Raúl Molina le saca una foto a la locomotora antigua y azul que descansa en Córdoba y Alicia Moreau de Justo. Detrás de ella, esperan las tres locomotoras flamantes que traccionará. Lo que a los peatones apurados por llegar a sus trabajos le genera indiferencia, al coordinador de circulación, que es bisnieto, nieto, e hijo de ferroviario, lo hace sonreír.
«Esas máquinas, como la que está ahí -señala la primera- las vino a buscar mi papá al puerto de Buenos en 1959, cuando llegaron de Estados Unidos. Mirá como es la historia», cuenta emocionado. A él le toca recibir las 0 kilómetro que acaban de llegar de China y formarán parte del San Martín Cargas, que une Buenos Aires con Mendoza.
Esta semana, Trenes Argentino Carga comenzó a trasladarlas, de a tres por día, desde el puerto de Buenos Aires hacia Tres de Febrero, donde se pondrán a punto antes de partir a Mendoza. El recorrido es especial: las locomotoras atraviesan un antiguo túnel que pasa por debajo de la Casa Rosada y el Congreso, conecta el puerto con Almagro y es desconocido para la mayoría de los porteños. La incorporación de 19 locomotoras es la excusa perfecta para conocer a Buenos Aires un poquito más de las entrañas.

El túnel de la proeza y los mitos
Inaugurado en 1916 durante la presidencia de Victorino de la Plaza, es una proeza técnica construida «a pico y pala», pensada para el transporte ferroviario entre el puerto de Buenos Aires y Once. Mide cinco kilómetros y corre casi en paralelo por debajo del túnel de la línea de subte A entre Plaza de Mayo y Miserere. De hecho, en algunos tramos, su techo es el piso del subte.
El proyecto surgió a fines del siglo XIX, en una época de esplendor del país -basta recordar que el subte A se inauguró en 1913 y fue el primero de toda América del Sur-. Los trabajos comenzaron en 1912, a cargo de un ingeniero inglés,pero sufrieron postergaciones por la Primera Guerra Mundial, por la cual los equipos no llegaban de Europa.

El proyecto original, cuentan desde el Ministerio de Transporte, era construir un túnel de doble vía, para pasajeros y carga, pero finalmente se hizo una sola rama, que persiste intacta hasta hoy. Es un «excepcional alarde de albañilería», según describió la revista Siete Días Ilustrados en 1974. Ya en ese entonces, hablaban de un túnel que era apenas un vago recuerdo para miles de porteños: «La mayoría, lisa y llanamente, desconoce su existencia», aseguraba el semanario.
Hay quienes están convencidos de que Perón utilizó este túnel para escaparse en el golpe del 55. Según el mito, usó un acceso que sale desde el Patio de las Palmeras en la casa Rosada y conecta con el túnel. Así cuentan que escapó hacia el puerto. Lo único comprobable de esta historia es que el presidente sí se refugió en la cañonera Paraguay, que se hallaba en tareas de mantenimiento en el puerto. También se dice que en alguna época fue usado por contrabandistas para sacar mercadería del puerto y llevarla hasta Once.
Pasado (¿y futuro?) transporte de pasajeros
Pese a que hoy se utiliza apenas para transporte de cargas, en dos momentos el túnel fue utilizado para servicio de pasajeros: en el 49, para el desplazamiento de pasajeros entre la estación 1º de marzo, que quedaba en Perón y Madero, y Caballito. Los coches tenían carrocería de madera y funcionaban con electricidad. El servicio se hacía con un solo tren de dos coches, uno de primera clase y uno de segunda, tardaba 16 minutos en recorrer el tramo y la frecuencia era cada 40 minutos. Duró hasta 1950.

Décadas más tarde, en 1998, ingresaron locomotoras a diesel que por unos siete años circularon entre Puerto Madero y Castelar. Quienes utilizaron ese servicio atravesaron el tramo entre Once y la Casa Rosada. En el medio, numerosas administraciones intentaron reutilizarlo.
La nota de la revista Siete Días del 74 da cuenta de un pedido de informes que se hizo en el Congreso para reutilizarlo. El Ministerio de Transporte actual no es la excepción: según aseguró Dietrich, no descartan asignarle algún tipo de rol en el ambicioso plan de Red de Expresos Regionales. «Se están haciendo estudios geotécnicos para ver qué involucramos para la traza propuesta para la RER. Seguramente se va a usar como vía de emergencia, para hacer obras o sacar tierra del primer tram».
Un paseo en tren
Es una mañana fría de julio y, dentro de los vagones nuevos, un empleado chino parece limpiar. Ante la consulta «¿últimos ajustes?», niega contundente, temiendo preocupar. Poco antes de las 10 de la mañana subimos al último vagón de estreno. Es tan nuevo que los asientos están revestidos de plástico y nadie encuentra el interruptor de la luz.
Por fuera, en la calle, los transeúntes no prestan demasiada atención a los vagones que comienzan a moverse en dirección al sur. Apenas una distracción más en medio de las obras del Paseo del Bajo. En cuanto se alcanzan a ver los techos azules del Edificio Libertador el tren desaparece en un hueco de un inmenso paredón de ladrillo típicamente inglés.
¿Ya estaremos debajo de la Casa Rosada? Inevitable pensar si existirá esa puerta secreta en el patio de las Palmeras. Pero sería imposible verla en caso de que existiera, porque la oscuridad es casi total. El humo invasivo del diesel sumado a una densa humedad impiden sacar fotos, habrá que guardar el recuerdo.

El espacio entre la locomotora y las paredes es no apto para claustrofóbicos. «Ya estamos circulando por debajo de la avenida Rivadavia», dice un funcionario del Ministerio de Transporte, uno de los pocos privilegiados que ya había recorrido el túnel. Poco más de diez minutos después, la locomotora se detiene. Se atisba a ver algo de luz al final del recorrido, se oye la bocina de nuestra locomotora, que está por volver a salir al exterior en Almagro, para luego dejarnos en la estación Caballito. Nada mal tardar diez minutos de Puerto Madero al centro geográfico de la ciudad.
La Nación
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