Por Inambú Carrasquero – El impecablemente restaurado recinto del H. C. D. nos abrió sus puertas poco antes del mediodía. Dada la gravedad de lo acontecido una semana atrás y la importancia de lo que se trataría en la sesión a punto de comenzar, no dejó de llamarme la atención la escasa cantidad de público concurrente; “esto tendría que reventar de gente”, comentó una señora sentada a mi lado.
A poco de comenzada la sesión, mientras hacia uso de la palabra el concejal Bogado y para sorpresa, mía por lo menos, hizo su aparición el intendente municipal, quién tomó asiento nada menos que al lado de quien presidía, el Concejal Depauli.
Los concejales Bogado y M. Genoud, fueron claros y contundentes en sus exposiciones, centrando la responsabilidad máxima en la figura del intendente y jefe de la policía comunal, por la actitud asumida frente a la inseguridad y a los controles de tránsito en nuestra ciudad, desde antes del 21 de Marzo. Hicieron hincapié en la terquedad con que insistió en apoyar a la controvertida figura de Raúl Franzoia, a quién terminó colocando al frente de la comisaría local. Martín Genoud remarcó las negativas consecuencias del accionar confrontativo del intendente, responsabilizándolo por no traer soluciones y en cambio, ahondar los exasperantes conflictos que mantiene con la población.
La Concejal Pulimeni, fiel a su estilo, sumió a más de uno en la perplejidad, al expresar que una dicotomía le quita la paz espiritual, y en la cual involucró equivocadamente a la población. Concejal Pulimeni: la causante de su molesta dicotomía es simplemente su errónea apreciación de la realidad; no es verdad que por un lado, exigimos seguridad y por otro pedimos que nos saquen a la policía; NO, NO, y NO, lo que reclamamos es muy claro: no queremos una policía desquiciada, mal armada y desarticulada, conducida por un errático comisario que se mostró incapaz de protegernos en medio de una alarmante escalada de hechos delictivos, mientras proclamaba “Tolerancia Cero”, aplicándola de la forma mas injusta y aberrante con quién menos tenía que hacerlo. Queremos una Policía equipada y formada para garantizarnos una seguridad basada en la prevención y en la aplicación lisa y llana de la Ley, sin excesos y sin arbitrariedades. Es por eso que no entiendo su incómoda dicotomía que la llevó a expresarse tan contradictoriamente y al momento de votar, dar la desagradable impresión de que lo hacia a regañadientes.
La concejal María Adela Monfasani, también fijó su posición con claridad y con una valentía que debemos valorar; en pocas palabras le dijo al intendente: “Ud., debe irse y no volver nunca más”, resumiendo así, el deseo de la mayoría de la población.
Desde el momento en que el intendente acomodó su humanidad en la silla, al lado del Concejal Depauli a cargo de la presidencia, no dejó de hablarle al oído, dando la impresión a la atónita concurrencia, de que le impartía órdenes, ejerciendo así, de modo patotero y vergonzoso, el control de la sesión y a juzgar por la actitud dubitativa y obsecuente de Depauli, no tengo dudas de que así fue.
Dije de modo patotero y lo reafirmo, porque fiel a su estilo ordinario, descortés y prepotente, A. Carossi dejó bien claro que nada que ocurra, por grave que sea, podrá torcer el derrotero suicida con el que se desbarranca irremediablemente, él, con todo el entorno que lo avala y lo aplaude en la mayor de las inconciencias. Lo grave es que en esa caída nos vemos tristemente involucrados todos los habitantes de esta ciudad.
Si no es así, que alguien afirme y argumente que no es patoterismo puro la actitud irreverente que se permitió el intendente para con la concejal Bagalá, cuando ésta concluyó su alocución, la cual debió reaccionar airadamente frente a su sonrisa burlona, detalle enervante que ninguno de los presentes pudimos dejar de advertir.
Son muchos los elementos que podríamos enumerar, que demuestran sin lugar a dudas, la ausencia de voluntad del ejecutivo para encaminar su gestión hacia consensos restauradores de la paz social y generadores de acuerdos básicos para encontrar soluciones:
-La actitud casi histérica del Concejal Depauli, cuyo único interés era cumplir con las directivas de su jefe político que le respiraba en la oreja; la premisa urgente era que el intendente fuera escuchado, aunque sea de prepo y avasallando un ámbito que pertenece al Poder Legislativo y una ocasión en la que, si había algo intrascendente, era lo que quería argumentar Carossi
-El talante nervioso e hiperkinético del Concejal Cricri, que no encontraba acomodo, resultaba patético y, vaya a saber por qué (tal vez él lo sepa) transpiraba como testigo falso; pensando seguramente “si yo no me cuido, no me cuida nadie”, se debe haber visto al borde de la deshidratación, por lo que se lo vio en sus idas y venidas aferrado a una botellita de agua mineral.
Pero lo que realmente no deja dudas de que a Carossi “no le entran las balas” como dijo alguien detrás mío, es la pasmosa, inimaginable e inadmisible falta de la más elemental prudencia que puso de manifiesto el “carossismo”, cuando, frente al asombro y a la indignación de muchos y amparados por el silencio cómplice de empleados jerárquicos y funcionarios como la Sra., Norma Carbone y el mismísimo secretario de gobierno Leonardo Peris, durante el primer cuarto intermedio, un grupo de “colaboradores” desplegó en la vereda de la calle Rodríguez del Club Sportivo, una gran bandera con la inscripción “CAROSSI 2011”.
En medio de la tensión reinante, que podía percibirse más que la humedad ambiente del viernes al mediodía, ese despliegue, preparado de antemano, resultó una bárbara cachetada, inoportuna, innecesaria y peligrosa, que puso de manifiesto quién es el que hace política, aún con la desgracia ajena. De esto justamente, acusó el intendente a la Concejal Bagalá en el incidente que él provocó y media hora después, dejó demostrado que no reconoce ningún límite a la hora de lanzarse en pos de sus dudosos e indefendibles objetivos.
Más allá de que el arco opositor no pudiera alcanzar la mayoría necesaria para suspender al intendente, creo que cumplieron en representarnos con valentía y con dignidad; debemos reconocer que más no pudieron hacer.
En fin, fue una ocasión más en la que la ciudadanía tuvo la posibilidad de acumular más indignación, más frustración y más desilusión, ¿qué otra cosa se puede sentir ante un intendente que, ante la gravedad de la situación, demuestra, además de incapacidad, una necedad sin límites y una innegable actitud patotera?.
Agradecí en silencio, el viernes petrificada en mi silla y quiero hacerlo nuevamente al finalizar estas líneas; me refiero al trabajo abnegado de los Medios presentes, los cuales hicieron posible que muchos más que los que allí nos encontrábamos, fueran testigos otra vez, de la filosofía particularísima que sustenta el accionar de este gobierno municipal, que hoy por hoy, nos sume en la intranquilidad y en la incertidumbre.
Inambú Carrasquero
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