El aspecto físico, entre ellos el color de piel; la nacionalidad, sobre todo si se trata de países latinoamericanos; y la pobreza; constituyen las principales causas de discriminación que sufren o presencian los bonaerenses. En tanto, de cada 20 ciudadanos, 6 manifiestan haber sentido en carne propia algún hecho de discriminación, y 4 haber sido ellos los causantes de la agresión. Entre los datos, aportados ayer por la Secretaría de Derechos Humanos bonaerenses, aparece uno llamativo y revelador de la matriz de pensamiento del universo de consultados: El 52% esta “de acuerdo” o “muy de acuerdo” con la afirmación de que “la mayoría de los delincuentes no tiene recuperación”.
Los datos surgen del “Estudio sobre percepciones, experiencias y representaciones sociales en torno a la discriminación”, realizado por esa repartición, con el objetivo de “promover estrategias de investigación generadoras de saberes, información y propuestas de intervención- acción sobre procesos de discriminación, racismo y xenofobia”.
La encuesta en base a la cual se sacaron las conclusiones se realizó entre diciembre de 2009 y enero de 2010 en distritos del Gran Buenos Aires, en ciudades medias como La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca; y pequeñas, como Baradero, González Chaves, Suipacha, Tandil, Tornquist, y Pigué. Se tomaron 1.009 casos, con un error muestral del 5%, y se hicieron entrevistas domiciliarias con aplicación de un cuestionario.
El mapa. El marco general que aportan las conclusiones del trabajo configura, en sus distintas manifestaciones, el eje que vincula, en la consideración de los ciudadanos, a la inseguridad, problema que aparece al tope de las prioridades, con la pobreza.
El trabajo divide la percepción sobre la discriminación en tres niveles: por un lado se confronta al encuestado con la proyección de lo que él considera son las personas más afectadas (“discriminación proyectada”); en segundo término se le pregunta por situaciones de discriminaciones concretas en las que fue testigo; y finalmente se profundiza en hechos que lo tuvieron como protagonista, sea como víctima o victimario de una actitud de segregación.
En el terreno imaginario (la proyección sobre “a quien se discrimina”), los pobres aparecen al tope, seguidos de los extranjeros, la personas con discapacidad, los obesos, las minorías sexuales y los portadores de HIV.
En este punto, el informe plantea los lugares en los que la práctica discriminatoria se concreta. Allí aparece “la calle” como escenario que más se menciona, “lo cual refiere al espacio por excelencia de encuentro entre personas que no se conocen”; seguida por la escuela; el trabajo; los pubs y boliches; la televisión; las comisarías; los centros comerciales y shoppings; los hospitales y las oficinas públicas.
Más de la mitad de los encuestados (el 57%) admitieron haber sido testigos de alguna situación de discriminación. Pero las causas de ese hecho no necesariamente coinciden con las proyecciones anteriores. Así, el “color de piel”, si se quiere vinculable con “el aspecto físico”, ocupa el primer lugar, casi con los mismo valores que “la nacionalidad”. En segundo orden reaparece el “nivel socioeconómico” y el “aspecto físico” como tal.
Aquí llama la atención la contradicción entre lo que los encuestados creen será la reacción de los bonaerenses en general, y su propia actitud. La inmensa mayoría (el 74%) considera que la población se mostrará indiferente. Sin embargo sólo el 12% dice haber tenido efectivamente esa actitud. El 40% intentó dialogar y el 22% se quejó enojado por la situación. En este punto se destaca que son las mujeres las que manifestaron mayor rechazo con actitudes más confrontativas.
En carne propia. Uno de los núcleos atractivos de la muestra es el que remite al tercer nivel de percepción de la discriminación, y es el que coloca a los encuestados como víctimas o victimarios. El 28,7% de los entrevistados (cerca de 300) manifestaron haberla sufrido alguna vez.
El corte etario indica que los mayores, pese a tener más años de exposición sufrieron las menores cuotas de discriminación. “Esto puede tener dos explicaciones -dice el informe-: o la discriminación ha aumentado, situación inverosímil que debería haber afectado a los mayores también, o los jóvenes son más sensibles a esta forma y expresan diversas situaciones de este modo”.
Acá vuelve a cobrar relieve el “aspecto físico” como la causa o el objeto de esa discriminación, al igual que en el caso de la discriminación presenciada, con un 25% de las menciones. En segundo lugar aparece la pobreza con el 24%, “lo cual nos habla del clasismo presente en la sociedad bonaerense”, se interpreta en el informe. En este mismo rubro aparece la vestimenta, “seguramente cercana de la condición de clase social”, que está en el cuarto lugar con un 13%.
Finalmente, el informe presenta a quienes declararon haber discriminado alguna vez. Aunque puede ser “vago” porque incluye a quienes lo hicieron una vez en el pasado, a los que lo han hecho repetidas veces, a los que lo hicieron casualmente o enojados, el 19,6% es relevante. Sin perjuicio de que puede ser un sector subdeclarado en la medida en que se pudieron haber mentido situaciones repetidas con un simple “no” como respuesta.
El tipo de discriminación ejercida merece ser destacada. Resalta la frecuencia de agresiones verbales, aunque no se precisa si son meros insultos o alusiones de distinto tipo. En segundo lugar aparece la nacionalidad, y en tercer y cuarto, aunque parezcan diferentes, están el tema del color de la piel y del insulto vinculado con el prejuicio antimestizo, con lo cual se cubren las primera cuatro causas.
Fuente: http://www.elargentino.com
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