Por Inambú Carrasquero – Antes que nada deberíamos preguntarnos: ¿en cuál memoria?. En la memoria legítima, las que nos pertenece a todos los argentinos, aquella memoria casta, irreprochable, que no cambia de color ni de forma, la fidelísima e indomable, la que no acepta ni acomodo ni dobleces y lucha por preservarse intacta ante todo y ante todos?.
O en aquella otra, la impostora, la intrusa, la ligera de cascos, la permisiva, la que es capaz de prostituirse ante el mejor postor, la que mira para otro lado cuando lo cree conveniente o cuando se lo pide su nefasto amo: el poder?.
La realidad me hace sospechar que el canto de sirena de esta última, facilonga y concupiscente, es la que de verdad nos seduce, nos conviene, nos releva de la responsabilidad que nos cabe a cada uno,de permanecer alertas, en una vigilia sagrada para preservar las instituciones de la República.
La memoria, esa valiosísima facultad gracias a la cual podemos retener las ideas y recordar el pasado, a la que aludimos hasta el cansancio hace unos días, debería cumplir para los argentinos, una función terapéutica, como un remedio, o mejor, como una vacuna, capaz de fortalecer el aparato inmunológico de la Nación contra todas las pestes imaginables que, debemos saberlo, siempre están acechando, sobre todo contra la más virulenta, la más voraz y letal: la parálisis ciudadana, que sobreviene indefectiblemente precedida por síntomas inconfundibles:
– Todos asistimos diariamente a un rosario de episodios que confunden, cuyo mensaje más nocivo es que ya no está permitido expresar con total libertad CUALQUIER OPINIÓN, sin hacerse acreedor de la desestimante etiqueta de gorila, antipatria, enemigo del pueblo, etc,.
– Las políticas de estado se expresan de un modo tan ambiguo que el discurso y las proclamas no coinciden con lo que se hace, a la vez que se establece una lógica perversa, que termina siendo aceptada por la mayoría: el análisis individual, cuando es crítico nunca es bueno ni bien intencionado.
– La oposición es identificada como el enemigo a combatir, la consecuencia es entonces, el enfrentamiento irreconciliable que polariza peligrosamente a la población.
– La obsesión del estado por el control de la opinión pública y el acatamiento a las decisiones del Poder Judicial según lo considere el gobierno conveniente o no, traen el recuerdo de aquel estado totalitario que sufrimos tantos años y que, evidentemente, ya no recordamos, aunque recitemos lo contrario.
Muchos y emblemáticos defensores de la democracia, hoy son descalificados y excluidos simplemente por disentir con practicas oficiales que a todas luces, aparecen como poco razonables e incoherentes; tal es el ejemplo de Adolfo Pérez Esquivel, por reclamar contra la extranjerización de la tierra o el genocidio silencioso que es el injusto olvido y el despojo hacia los pueblos originarios,
Este período pre-electoral nos está poniendo loquitos y ya empezamos a querer tirar la chancleta, a volver a las trasgresiones que tanto nos gustan, a juguetear con la hornalla aún sabiendo que nos quemamos. Nos olvidamos alegremente de todo el dolor que costó recuperar la vida institucional de la Nación; de aquel fervoroso y solemne NUNCA MÁS, que escuchábamos y repetíamos convencidos de que no retornaríamos, en ningún caso, a asomarnos al precipicio. Todo, de a poco, se va desdibujando en nuestra memoria tan argentina y nuevamente parecemos chicos jugando con fuego.
En la nebulosa implacable de los años que han pasado se nos escurre la verdadera historia del pasado reciente, la cual ya ha sido descuartizada y tironeados los pedazos por la tenaz insistencia con que se van tergiversando los hechos y hoy, peligrosamente, ya sin brújula, no sabemos en que vereda pararnos.
Justamente, en estos tiempos, deberíamos sincerarnos y admitir que la Democracia, aquel sagrado valor con todos sus atributos, detrás del cual pondríamos cualquier interés, sea público o privado, está siendo olvidada en cualquier rincón, como aquel patético San José de yeso, en la casa de los Buendía.
Este 24 de Marzo, que para muchos no ha sido más que un oportuno feriado largo, nos ha sorprendido a otros pensando que la intolerancia reinante es la prueba de que no estamos apelando a la memoria en un acto reflejo; histéricamente, cada año para esta fecha, la sacamos de ropero y la mimamos un poco, como hijos desatentos en el día de la Madre.
La dictadura persiguió y aniquiló a quienes pensaban distinto; eso, por supuesto, es repudiable y fue condenado, por eso es tan doloroso y provoca tanta impotencia, observar hoy las mismas actitudes, prepotentes y totalitarias en un gobierno que además, fomenta esa filosofía y ese comportamiento en quienes dicen apoyarlo.
Sin la memoria verdadera, quedaremos ciegos, obnubilados e inermes, sin distinguir al enemigo, como patéticos espantapájaros animados, tirando manotazos para cualquier lado, expuestos a impensables trapisondas y colaborando tontamente con los enemigos de la Democracia, inhabilitados para reconocerlos y para reaccionar sabiamente.
La Democracia tiene sus reglas de juego, que no se negocian, que no se acomodan a otro interés que nos sea el de su continuidad y consolidación. Toda ambición y todo rédito, del sector que sea, es legitimado únicamente si se expresa dentro del marco de nuestra Constitución y de nuestra Leyes.
Inambú Carrasquero
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