Ayer se festejaron los treinta años del negocio de Francisco “Pelecho” Bartonek. Estuvimos ahí y lo encontramos a Pelecho muy contento y emocionado, estas fueron algunas de sus palabras: “esto se debe a la gente, sin la gente no estaría este lugar. Soy tan afortunado en la vida. Tengo una alegría con tanta gente amiga, por el aprecio que me tienen. Tengo un amigo que está pasando un muy mal momento pero que igual me hizo un regalo y se acercó para entregarme $1500 para la fiesta del niño; toda esta alegría que yo tengo se la voy a transmitir a él para que salga de lo que está viviendo. Yo soy una persona que arrancó muy de abajo, lo que yo no tuve no quiero que le falte a los niños”
Y Pelecho contó una anécdota: cuando él trabajaba en el hotel Las Naciones, al lado había una empresa fúnebre llamada “Cataldo y amigo”, y cuando vio lo que le ofrecían por ir como lacayo en el auto fúnebre, agarró viaje enseguida. Pero la anécdota pasa por la actitud que tenía Pelecho al ir de ayudante en la carroza fúnebre: “yo iba de galera, iba ahí arriba y parecía que iba a una fiesta, iba saludando a toda la gente, sonriente, contento; hasta que me agarró Cataldo y me dijo ‘tenés que ir serio’, claro, yo iba acompañando un difunto.”
Pelecho sonríe y los ojos le brillan como a un niño, y se le empiezan a llenar de lágrimas.
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