Por Gabriel Moretti – En el semáforo ubicado en Anchorena y Gazcón, sobre la luz color verde que “mira” hacia el tránsito que circula por Anchorena, manos anónimas pegaron la figura recortada en papel adherente de una hoja de cannabis sativa, nombre científico de la planta que comúnmente conocemos como marihuana, sobre el cristal de color verde (¿luz de ese color para la marihuana?).
El hecho, que hoy a casi nadie llama la atención, se produce en el marco de una ofensiva destinada a convencer a la sociedad, que el consumo de marihuana no es perjudicial para la salud y que, al contrario, su uso reporta algunos beneficios al consumidor. Basta con asomarse a algunas de las páginas de Internet dedicadas al tema para comprobarlo y, más todavía, algunas resultan tan convincentes que termina uno casi por lamentar haber perdido tanto tiempo si ella.
Días pasados, un joven que fue entrevistado por Víctor Hugo Morales, terminó detenido por tener en su casa algunas plantas de cannabis. Hace unas horas nos enteramos, de fuente insospechable, que días atrás, al solicitar una maestra a sus alumnos que llevaran hojas de diversas plantas a la escuela, uno de los educandos se apareció con la inconfundible hoja. Al ser indagado el chico acerca de la procedencia de tan particular vegetal dijo: “Me la dio mi papá”.
Sabemos que hay un debate, ya prolongado, entre expertos que, no obstante sus conocimientos, no logran ponerse de acuerdo acerca de los beneficios o perjuicios del consumo de marihuana. Están sus defensores a ultranza que se amparan en la libertad de elección de vida y que generalmente apoyan la despenalización del consumo como forma de impedir el tráfico ilegal. Dejan de lado que las experiencias habidas al respecto, hasta ahora, han fracasado.
Por supuesto que también existen los que desean prohibirla y se basan en que aunque se trata de una droga de las llamadas “blandas”, es el primer peldaño de una escala que termina en las otras, las “duras” y llevan a la muerte del consumidor. Seguramente no pasará demasiado tiempo para que el debate tome nivel científico y vaya adquiriendo cada vez más importancia.
En el caso que nos atañe a los baraderenses, sabemos que entre nosotros existen niveles preocupantes de consumo (no solamente de cannabis), pero entre un determinado grupo de personas, en su mayor parte jóvenes que trabajan fuera de Baradero y que por esa razón se ausentan en promedio alrededor de 12 horas de sus casas, la cosa es más grave.
sabemos que en los centros de atención de este tipo de problemas las consultas son frecuentes y que, en uno de los sitios en que trabajan, entre otros muchos, ciudadanos de nuestra población, las autoridades de la empresa han decidido implementar un control de consumo de drogas a la entrada de la planta.
Hasta no hace mucho, cada adicto era considerado como una persona enferma y se intentaba un tratamiento en consecuencia. En los tiempos actuales la visión del problema está cambiando y ahora se tienen en cuenta las tensiones sociales y familiares que generan las exigencias laborales y la competencia, todos estos ingredientes de un cóctel qe resulta en perjuicio del individuo.
El más influyente filósofo de la humanidad, Karl Marx, en una conferencia pronunciada en Inglaterra ante una organización de trabajadores a finales del Siglo XIX, les anunció haber escuchado en una reunión de patrones, que un importante asesor de ellos les había dicho que la mejor manera de evitar problemas con sus obreros era hacerlos trabajar doce horas. Sostenían, con razón, que tras una jornada de esa duración, la persona no tiene tiempo más que para descansar, comer, higienizarse y trasladarse de y hacia el trabajo. No queda espacio para la actividad sindical ni para las necesarias lecturas. ¿Qué puede extrañarnos entonces que en un contexto semejante aparezcan hoy personas con adicción a las drogas?
Como siempre ocurre, las razones de los comportamientos humanos tienen profundas raíces ubicadas en lo social, pero, como tantas veces hemos escrito y ahora repetimos, nadie quiere nombrar la soga en casa del ahorcado y se prefiere culpar a la persona, fincar toda responsabilidad en el individuo, tal como lo desean y lo logran en buena medida, nuestros liberales que creen que la sociedad avanza al impulso de los proyectos solitarios e ignora o desprecia lo que se elabora solidariamente.
Las luchas obreras que se avecinan, a las que tanto temen los sectores del privilegio, en algún momento plantearán este tema que hoy hemos abordado.
Gabriel Moretti
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