Cristina Kirchner se prepara para celebrar una Navidad plena de regalos. En menos de dos semanas el oficialismo dio una muestra cabal de cómo funcionará el Congreso en los próximos (por lo menos) dos años. En sesiones maratónicas y con debates exprés sancionó todos los proyectos pedidos por la Presidenta: desde las leyes económicas que le permitirán manejar más poder de cara a un 2012 complejo, hasta los polémicos marcos regulatorios para el papel de diario y la compra de tierras, además de las nuevas penas al terrorismo.
Sin embargo, en medio de tanta ofrenda, oculto entre los paquetes que esperan debajo del árbol, despunta un conflicto que podría nublar el horizonte de la Presidenta.
Desde que asumió su segundo mandato, Cristina Kirchner convive con una paradoja, una condición que es a la vez una fortaleza sustancial y una debilidad acechante. Desde el 10 de diciembre gobierna sin sucesores a la vista y, aquí la clave del asunto, el hecho de que todos los que podrían sucederla están económicamente atados a su voluntad.
Cristina Kirchner el 10 de diciembre último, cuando asumió su segundo mandato. Foto: LA NACION / Ricardo Pristupluk
El caso de Daniel Scioli se volvió esta semana más patente que otros. La disputa con Gabriel Mariotto por el choque entre policías bonaerenses y militantes de La Cámpora en la Legislatura, las críticas a su ministro de Seguridad, Ricardo Casal, y hasta los cuestionamientos de Horacio Verbitsky a la ratificación de Sara Derotier de Cobacho al frente de la Secretaría de Derechos Humanos, son distintas caras de un mismo conflicto de fondo.
Más que con diferencias en materia de seguridad, la seguidilla tiene que ver con que Scioli es el kirchnerista con más chances de disputar la presidencia en 2015. Antes de que eso llegue, deberá atravesar cuatro años conectado al respirador artificial de la ayuda financiera del Gobierno.
Pero el bonaerense no está solo en ese escenario. En la misma situación de dependencia ineludible están otros gobernadores kirchneristas, como el mendocino Francisco Pérez, y aliados como el cordobés Juan Manuel De la Sota.
El pelotón se completa con opositores que tienen planes para 2015 como Mauricio Macri (que aún debe resolver el traspaso del subte a la ciudad) y Hermes Binner que, aunque ya no gobierna Santa Fe, depende en buena medida del éxito de la gestión de su amigo y sucesor Antonio Bonfatti para que el socialismo se consolide como alternativa nacional.
Más que con diferencias en materia de seguridad, la embestida contra Scioli responde a que el gobernador es el kirchnerista con más chances de disputar la presidencia en 2015.
Scioli y el resto de los gobernadores cuentan con la reacción de Cristina Kirchner ante el vencimiento inminente del periodo de gracia que ella misma dispuso para liberarlos de pagar la deuda de sus distritos con la Nación. Los vencimientos ascienden a 22.000 millones de pesos para 2012 y el plazo expira a fin de mes. Todos a la espera de las luces del rescate que (una vez más) alejen el naufragio.
Al recelo que Scioli genera en el oficialismo de paladar negro se suma el hecho de que, desde la muerte de Néstor Kirchner, Cristina no tiene sucesor «natural». No hay ningún kirchnerista puro que pueda hoy presentarle batalla. Por supuesto que, de aquí a 2015 eso puede cambiar, pero mientras Scioli camine solo por el camino de la sucesión K será marcado bien de cerca por la Casa Rosada.
El panorama está claro. La dependencia económica y financiera de las provincias respecto de la Nación reproduce su lógica perversa desde hace años. Pero, como ante cualquier otro status quo, vale preguntarse si podrían ocurrir cambios.
Por lo pronto, el Gobierno se prepara para un año en el que la caja será un tema recurrente, tanto por cuestiones internas como las paritarias, la inflación, la quita de subsidios el precio del dólar y las reservas, como por el impacto de la crisis internacional. ¿Cómo reaccionarán los gobernadores? ¿Tienen, tanto oficialistas como opositores, margen para endurecer sus reclamos? ¿Podrían sus convertirse en un problema de peso para el poder central? ¿En qué medida están dispuestos a renunciar a su futuro político? Y desde el otro lado, ¿hasta qué punto puede la Casa Rosada recostarse en ese poder asimétrico que hoy parece inconmovible? ¿Cuál es el límite entre mantener un deudor a merced, presionarlo y ahogarlo a riesgo de convertirlo en incobrable?
Preguntas antes de una Navidad políticamente próspera para la Presidenta. Interrogantes que sólo responderá el paso del tiempo.
Por Lucrecia Bullrich | LA NACION.COM
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