Que el presidente uruguayo José Mujica es todo un personaje, no deja lugar a dudas. Sus salidas de protocolo, sus exabruptos, los términos poco ortodoxos que utiliza en sus constantes diálogos con los medios de comunicación, el uso constante de metáforas, lo han convertido en una figura que a cada paso que da, deja comentarios risueños.
Uno de estos tiene que ver con una salida en comitiva oficial desde su hogar, una modesta chacra ubicada en el Montevideo rural, donde vive junto a la senadora y primera dama, Lucía Topolansky, y la perra Manuela (renga, para mayores datos identificativos).
Mujica viajaba junto a sus escoltas -motos y autos de seguridad- rumbo al centro de la capital del país. De repente, sacó sus brazos por la ventanilla indicando que la caravana debía detenerse.
Obviamente preocupados, los escoltas cumplieron la orden y de forma inmediata le consultaron que pasaba. Mujica, entre apuros y risas, dijo que debía ir al baño, y cortó camino hacia unos cañaverales que se ubicaban a escasos metros de la ruta. Mal del estómago en la mañana, el presidente debió acudir a lo más cercano que tenía… y allí buenas fueron las cañas de tacuara.
Otra anécdota refiere con un viaje al departamento de Florida, en el centro del país. Allí Mujica resolvió una parada imprevista en un almacén pueblerino de ramos generales, donde no solamente se alimentó al mediodía sino que aprovechó el paréntesis para tomarse fotos con los parroquianos del lugar, gente común que no esperaba tener como compañía al primer Mandatario del país.
Y algo similar ocurrió en el departamento de Colonia del Sacramento. Cuentan sus escoltas que cada vez que el protocolo decide un viaje a la estancia presidencial de Anchorena -en un paradisíaco sitio sobre el tío de la Plata y el río Uruguay-, ya saben lo que sucederá a la hora del almuerzo.
Mujica no quiere saber nada con comidas oficiales y preparadas de antemano, y opta por recorrer los pocos kilómetros que lo separan de la ciudad de Colonia, donde un bar amigo lo espera para el aperitivo y el almuerzo con comida de olla, casera, humeante, bien criolla.
Sin embargo una foto que llegó a ELMUNDO.es documenta de forma tajante lo inverosímil de los actos del presidente José Mujica. Es reciente, y da cuenta del último corte de pelo del gobernante uruguayo. En su chacra, con la perra Manuela a sus pies.
Un Mujica sonriente, de mate en mano, con un amplio poncho que lo cubre del pelo que cae, cumple con una tarea que iguala a todos los seres humanos, y lo hace con su peluquero de toda la vida. Un hombre común, como la gran mayoría de los uruguayos que lo eligieron presidente y lo mantienen con un alto índice de popularidad.
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