Un perro puede estar rengo, ronco, ciego, hambriento, descaderado, sordo, encandilado, roto, puede sacar la lengua porque está cansado e inventarse otra para lamerse; puede ser un hotel lleno de parásitos, puede llorar, aullar, desconsolarse, saberse animal y doméstico, puede no tener dios a su perruna imagen y semejanza, ni virgen maría; ni saber la hora, ni saber el año, ni saber si el frío está afuera o en sus huesos, ni saber si aquello que lo pateó es el diablo; puede entender catorce palabras de hombre, y entender que un año para él son siete años y que la muerte llega así más pronto; un perro puede estar mal, horriblemente mal, a punto de morirse, pero igual –si lo llamás con ganas– agarra y viene y te arma fiesta y te mueve la cola y se te queda al lado, por las dudas de que vos estés más triste.
Hernán Casciari
Lulita llegaste a mi cuando yo tenia 10 años y hoy te nos fuiste… GRACIAS por estos 15 años (humanos) junto a nosotros porque supiste acompañarnos en los buenos y en los malos momentos…y aun cuando casi ni moverte podías venias a recibirme cada vez que llegaba a casa, como el ultimo viernes!!Buen viaje Luli!!!te extrañaremos mucho!!!
Julián Villanueva
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