Con el correr de las horas la noticia del incendio de la estación del ferrocarril fue llegando a oídos de los baraderenses, expresiones de tristeza o recuerdos vinculados a este edificio histórico emblemático, inundaron las redes sociales, los mensajes de textos, los cometarios al pie de las fotos.
Es que la estación fue y es parte de nuestra vida y de todos los pueblos donde el tren fue el medio de transporte más importante, ese vehiculo que nos unía en todo sentido. El lugar donde todos éramos iguales, donde se cruzaban las despedidas con las bienvenidas, los viajes de placer, negocios o estudios.
Ese espacio transitado tantas veces, el pasillo, la boletería, la sala de señoras, el desayuno apurado, el kiosco de la plazoleta, el colectivo, los andenes, la campana, ese ir y venir de tanta gente.
Ese olor y sonido tan particular que todos aquellos que tenemos más de 30 años podemos sentir u oír con solo pisar la estación.
La gente se acerca, mira, algunos lloran en silencio, contemplando las ruinas, otros dialogan, repasan historias.
Otra vez el fuego nos golpeó, nos dejó sin ese emblema, sin ese farol del barrio, ese barrio que aun no se repuso de la decisión absurda que nos dejó sin trenes en la década del 90.
Hoy es un día tristemente histórico, los funcionarios de turno dicen, lo vamos a arreglar, nadie les cree, como creer después de tanto abandono, de tanta desidia. La gente los mira y con la mirada parecen decirles: silencio, ahora es tarde, por favor hagan silencio.
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