El sorgo de Alepo, también llamado pasto ruso, es un ejemplo de aquello de las buenas intenciones ya que se trata de una hierba exótica que fue ingresada a nuestro territorio como forraje para ser sembrado en zonas semi áridas. Lejos estaban de imaginar, aquellos que lo trajeron, que al poco tiempo se constituiría en una verdadera plaga diseminada a lo largo y ancho de todo el país.
Esta gramínea se reproduce por semillas, que son livianas y el viento lleva a grandes distancias y además por rizomas. La raíz va creciendo de manera paralela al piso y cada tantos centímetros suelta un nuevo brote lo que posibilita la formación de una masa compacta de estas malezas que así se transforman en una especie de bosquecito ya que también poseen una altura considerable, más cuando se las deja crecer en libertad.
El pasto ruso constituyó durante años un verdadero dolor de cabeza toda vez que de eliminarlos se trató, pero en la actualidad hay herbicidas que terminan con él de manera definitiva. Esta novedad parece no conocerla nuestro municipio que ha permitido que a la vera del camino de acceso a nuestra ciudad, crezcan sanamente y sin molestias estos sorgos que ya obstruyen la visión y, en pocos días más, avanzarán sobre el camino mismo.
El tan mentado glifosato sirve para terminar con el sorgo de Alepo y unas pocas pasadas bastan para que su eficacia quede evidenciada. Eso sí, al herbicida hay que ir y aplicarlo, porque solo no llega hasta el lugar.
El Diario de Baradero
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