Contraste entre los que reniegan y los que aman nuestra Patria
Finalizado el Mundial de Brasil, una cuenta de Twitter de Annalisa Santi, apareció con una serie de comentarios antiargentinos del tipo «menos mal que yo no nací aquí» junto al ya clásico «este país de m…» para referirse al nuestro. Más allá de que Santi salió luego a desmentir esas palabras como propias asegurando que su cuenta fue «hackeada», la anécdota vale para el comentario ya que las frases, en este caso escritas y muchas veces dichas, no son de la inventiva exclusiva de esta famosa chica mediática, sino que pueden escucharse a menudo en boca no ya de quienes no han nacido aquí; también son pronunciadas por algunos nativos.
Dijimos que vale para el comentario porque precisamente por los mismos días en que Annalisa renegaba de esta tierra, recordábamos unos versos de «Campana de Palo», zamba de M. E. Walsh, que acerca de la tarea de la maestra de escuela, escribió así: «Es la que enseña a mis hijos, a venerar la bandera/ de este país generoso del corazón hacia afuera». Con la sensación vívida de tanta contradicción entre una cosa y otra, fuimos a buscar algo que recordábamos de hace tiempo referido al «Chacho» Peñaloza.
Basta leer un poco de nuestra apasionante historia para entender que en muchos casos, quienes se enfrentaron hasta en lucha armada, pasado el tiempo llegaron a ser aliados y aquellos que militaron en una misma causa terminaron luego enemistados y en bandos contrarios. El general Ángel Vicente Peñaloza había sido derrotado por Nazario Benavídez y, a través del Paso de Vinchina, huyó a guarecerse en Chile donde, en verdad, no se encontraba a gusto.
Transcribimos a continuación lo que publicara en su obra «Vida del Chacho» nuestro genial José Hernández.
«Como antes, la vida fuera de su patria le fue penosa e insoportable. No le era ya posible volver a ella combatiendo por la libertad y le era más difícil aún resignarse a vivir lejos de ella. Desesperado de su emigración y destituid completamente de la esperanza de poder realizar otra cruzada con éxito, concibió un plan atrevido y tan peligroso en sus medios como dudoso en su éxito.
Testigo muchas veces de las acciones generosas del general Benavídez, conocía los sentimientos del hombre con quien acababa de combatir, y a esa generosidad fio su vida y su suerte.
Su empresa tuvo un éxito feliz. Repasó la Cordillera y regresó a su patria guardando el incógnito,
presentándose de improviso, en San Juan, al general Benavídez, a quien habló con aquel lenguaje en que la franqueza parece aconsejada por la desesperación, diciéndole: que venía a entregarse a él, que dispusiera de su vida, que era su prisionero, que si merecía la muerte la recibiría con gusto antes que vivir más tiempo fuera de su país.» (*)
Gabriel Moretti
(*) Benavídez era como el «Chacho» creyera y le otorgó el asilo solicitado. Peñañoza jamás volvió a enfrentarlo.
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