La señora Olga Bolgia es farmacéutica y muchos la conocen porque se la puede encontrar detrás del mostrador de su farmacia. Muy pocos, en cambio, conocen un aspecto casi desconocido de su vida pública y a eso está referida esta nota.
En 1976, ya en plena dictadura cívico militar, el único hijo varón de la señora Olga fue detenido por elementos de las fuerzas de seguridad y llevado a un lugar desconocido como se acostumbraba entonces. Cualquiera puede imaginar lo que tal cosa significa para una madre y la señora Bolgia, en compañía de otras madres que padecían la misma situación, comenzó el peregrinaje sin éxito que por aquellos tiempos nefastos era el común denominador de quienes peticionaban.
Junto con la señora de Di Pasqua (madre de Miguel), una tía de los hermanos Hofer (la mamá no tenía fuerzas para hacerlo), se ponían de acuerdo para viajar las tres a Buenos Aires para indagar en los organismos oficiales pertinentes la suerte corrida por sus hijos. Por supuesto que se recurría a toda instancia posible, se hablaba con sacerdotes, obispos, militares o allegados a éstos, en búsqueda de una respuesta que no llegaba. Así pasaron tres meses hasta que a la señora Olga le informaron que su hijo, Carlos, se encontraba detenido en un penal provincial donde más tarde pudo verlo unos momentos.
Aún hoy, al recordar los hechos, se refleja en sus ojos la angustia que la embargaba por esos días; sentía una extraña sensación de «culpa» por haber sido ella la que pudo saber el destino de su hijo mientras que las demás madres siguieron careciendo de noticias. Aunque ese sentimiento también se atenuaba un tanto porque el hecho de que Carlos hubiera aparecido, ayudaba a sostener la esperanza de las demás.
Cabe aclarar que la justicia era solamente un nombre por esos años, los jueces habían jurado por los Estatutos del Proceso y al hacerlo los consideraron por encima de la Constitución Nacional, con lo que está todo dicho. Como consecuencia inmediata del estado de terror en que se desenvolvía la vida de los argentinos, no había abogado que se atreviera a presentarse ante esos jueces representando a los perseguidos. Los que se animaron a hacerlo, tal vez el caso del Dr. Silvio Frondizi sea el paradigma, aparecieron acribillados en un descampado o a la vera de algún camino.
El hijo de Olga permaneció durante cinco años en prisión, pasando por las cárceles de La Plata, Caseros y, aunque durante un corto lapso, en el tristemente conocido penal de Rawson.
Corría el año 1978 y la señora Olga en su carácter de farmacéutica, dictaba clases de química y otras materias afines, en el Instituto Santiago Ferrari que estaba bajo la dirección del Dr. Oscar Bigatti cuya salud fue deteriorándose y debió ser reemplazado. El párroco de Santiago Apóstol, padre Osvaldo Guidi, de inolvidable memoria en Baradero, pensó en ella como nueva directora y de inmediatro se iniciaron los trámites ante el organismo pertinente llamado CONSUDEP, Consejo Superior de Educación Privada, donde comenzaría a generarse una historia que refleja las vivencias de esos tiempos. La señora Olga asumió el cargo como directora interina del Instituto Santiago Ferrari al iniciarse el periodo lectivo del año 1978 y a la espera de su nombramiento definitivo. Al poco tiempo de iniciado el trámite para lograrlo, llegó una comunicación del CONSUDEP poniendo trabas a la designación con el argumento de que la directora propuesta carecía de nociones de pedagogía.
La señora Bolgia viajó a la Capital Federal y una vez que se presentó en el CONSUDEP, una mujer que parecía ser quien tenía influencia en las decisiones que allí se adoptaban, le dijo: «Para qué quiere ser directora de un colegio, los farmacéuticos tienen que estar en una farmacia». En distinta oportunidad, aunque siempre la misma persona, le preguntó, de manera insidiosa: «¿En Baradero está ese cura que entrega las hostias en la mano?», en alusión al padre Guidi que hacía eso, lo que no era bien visto por los ultraconservadores que en esos años decidían el modo de vida de la población, sin más derecho que el que emanaba de su propia voluntad.
Fueron tantas las trabas y dilaciones que transcurrió completo el año 1978 y el nombramiento no se había concretado, pese a que habían intervenido en favor de ello el organismo que posee la Iglesia Católica, como el CONSUDEC (Consejo Superior de Enseñanza Católica) dedicado a la atención de las cuestiones relativas a la educación que imparten los colegios de esa fe religiosa.
Es muy probable que la señora Olga haya pensado que el problema que originaba todo era el hecho de ser la madre de «subversivo en prisión» y decidió abandonar una lucha en la que, entendió claramente, jamás saldría victoriosa.
No obstante las protestas del padre Guidi, quien no quería que se marchara, decidió renunciar a su puesto de directora y a principios de enero de 1979, sabiendo que una farmacia estaba en venta en nuestra ciudad, preguntó precio al dueño, juntó con esfuerzo el dinero para la entrega inicial y se decidió a seguir el consejo que sibilinamente le habían dado en el CONSUDEC: «Los farmacéuticos a la farmacia», lugar donde continúa hasta hoy.
La señora Olga Bolgia fue distinguida en 2011 como mujer destacada de la comunidad de Baradero por el Honorable Concejo Deliberante.
Gabriel Moretti – El Diario de Baradero
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