En los últimos años se multiplicaron las posiciones de funcionarios, periodistas y ciudadanos de a pie que, desde determinada posición ideológica, aseguran poseer la solución infaliblemente correcta a cualquier problema. No obstante, se percibe en la política un cambio de método, al menos en alguna medida. Es un cambio de enfoque en el debate, de discutir ideas generales considerando que existe una única solución “verdadera”; a enfocar el problema y, mediante la discusión crítica, buscar la mejor solución. Unas palabras de Mauricio Macri esperanzan con que este cambio llegue a la Argentina. Por ejemplo, en una entrevista MM dijo que “nuestro partido es de gente que busca soluciones, no discute libritos”, y repitió consignas similares varias veces en los medios en estos últimos días.
¿Qué es discutir «libritos»? Es afirmar que una determinada estrategia, si se sigue al pie de la letra, llevará irremediablemente a un resultado deseado o virtuoso. Algunos dirán, por ejemplo, «el librito de X es el correcto, hay que aplicar este modelo, se ha demostrado», y otros responderán «eso que decís no sirve para nada, hay que seguir con el modelo de Y, que nos salvó de Z». Donde Y y X son dos señores que todo lo saben, en cada visión particular; y Z es un enemigo que amenaza la implementación del modelo de Y. El economista Tim Harford estudia esta particular visión y la denomina «Complejo de Dios», una pésima estrategia para resolver problemas. Tim señala que aquellos que sufren el complejo de Dios consideran que «no importa cuán complicado sea un problema, la persona tiene la certeza absolutamente abrumadora de que su solución es infaliblemente correcta» . ¿Les suena?
Esto se contrapone con el «Método de Ensayo y Error», popularizado por el filósofo K. Popper. Es un enfoque radicalmente distinto. Se asume que el mundo es sumamente complejo, y que todo lo que tenemos sobre él son ciertas conjeturas de cómo funciona. En algunas confiamos mucho y en otras muy poco. (Lamentablemente, las hipótesis confiables no son algo que abunde en las ciencias sociales y políticas, no obstante, hay algunas soluciones exitosas que deberíamos observar). Así, en vistas al surgimiento de algún problema, debemos ser cautelosos. Planteamos soluciones tentativas (basadas en conjeturas) que intentan resolverlo lo mejor posible.
Por ejemplo, supongamos que preocupa el alto desempleo entre los jóvenes. ¿Qué hacemos? Algunos dirán «la culpa es de los capitalistas, hagamos una ley que los obligue a contratar a los jóvenes, o que los contrate el Estado». Otros «la culpa es toda del Estado, saquemos cualquier regulación al trabajo». Y discutirán, y probablemente triunfe el que tiene más fuerza política y movilizadora, llegando a soluciones sesgadas y sub-óptimas.
Muy distinto es el problema si lo enfocamos con el método de ensayo y error. En ese caso, nos sentamos en una mesa. Damos nuestra conjeturas, como creemos que se puede solucionar. Debatimos críticamente las distintas soluciones, y llegamos a una solución más o menos conjunta que intente resolver el problema (más allá de si ésta implica más Estado, o más mercado, o lo que fuera). Si funciona, habremos tenido éxito y la sociedad habrá mejorado. Si no, buscaremos cambiar nuestra solución por otra mejor, o solucionaremos algunos aspectos de ella, en base a nuevas conjeturas y nuevas opiniones.
Obviamente, el mundo es mucho más complicado que esto. En la práctica hay muchos intereses en pugna, y muchos de ellos atacan apoyados en su «librito» sin aceptar la remota posibilidad de estar equivocados. No digo que un presidente no tenga que tener algunos principios orientadores, o algunas propuestas básicas que desea imponer y que logra convencer a la población de que deben llevarse a cabo. En vez de eso, considero que quien lidere tiene que estar dispuesto a aceptar la disidencia, a aceptar el error, a escuchar a otros. Macri, según sus declaraciones, parece apuntar en esa dirección.
Porque si no es posible convencer a una persona que está equivocada, puesto que cree que su solución es la «verdadera» (al punto de que si los datos no son como nos gusta, los manipulamos), no hay forma de eliminar las soluciones erróneas. Y si eso pasa, los problemas no se solucionan, sino que se acumulan. Vivimos mucho de esto en los últimos años.
Santiago Hermo (estudiante de la carrera de Lic. en Economía)
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