El aspecto del edificio incendiado de la estación es más bien lúgubre. Sus maderas quemadas, las chapas retorcidas y sus otrora ventanales transformados en oquedades oscuras no invitan a la permanencia, no obstante, un joven vecino del barrio a quien todavía le duele lo sucedido con el histórico edificio arruinado por las llamas, decidió usar el amplio playón del frente para colocar un carrito de despacho de comidas rápidas al que adicionó luces, música, unas mesas con algunos sillones y además, como símbolo del lugar, pintó uno de los laterales del carrito con la figura del viejo edificio cuando estaba en condiciones de uso.
El carrito, que cuenta con la correspondiente habilitación municipal, está funcionando desde hace unas tres semanas y en horas de la noche son muchos los que concurren a disfrutar de la calidez del verano y de la amplitud del lugar.
El Diario de Baradero
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