Varios pequeños, entre ellos los de nuestro Baradero, claro, anoche se acostaron, quizás, más temprano que de costumbre con la intención de levantarse a primera hora de hoy a los fines de comprobar qué han colocado en sus zapatos, dejados a la espera, los famosos magos de Oriente que reparten juguetes en la que es la noche más mágica para todo niño.
Los Reyes Magos, como hoy se los conoce, provenían de Persia (la actual Irán) y practicaban una religión conocida como zoroastrismo ya que su creador llamábase Zoroastro. La historia indica que la estrella de Belén fue una realidad y la leyenda que se mezcla frecuentemente con aquélla, sostiene que el astro guió a los magos de oriente hasta el establo en que nació Jesús. Llevaban, a manera de presente para el recién nacido, oro, incienso y mirra.
El oro como símbolo de su origen (Jesús era descendiente del rey David), el incienso como alabanza a su ligazón divina y la mirra, un veneno, como anuncio de su padecimiento y temprana muerte.
A partir de aquella visita, años más tarde se acostumbró a entregar un regalo a los niños en la fecha misma en que supuestamente los reyes llegaron junto a la cuna del Señor y a partir de allí se tejieron y tejerán todas las anécdotas que siempre conmoverán, porque están los pequeños de por medio y nada hay más tierno y conmovedor que ellos, que son un símbolo de la vida deseosa de perpetuarse.
Antaño se trataba de que los niños creyeran en la existencia de los Reyes Magos y se los incentivaba para que así fuera. Las cosas que se derivaban de eso resultaban interesantes; muchos de los chicos dejaban en el patio de sus casas, pasto y agua destinado a los camellos en los que se transportaban los magos y supimos de alguno que pensaba, además, en los propios reyes puesto que junto al pasto y al agua, dejaba milanesas, panes y frutas para que también comieran.
Hoy, con el cambio de costumbres que se ha impuesto, tal vez sea menor la cantidad de los chicos que «creen» en los Reyes Magos, pero de la manera que sea, la de hoy para ellos es una jornada única, especial, inolvidable y, por lo tanto, los mayores debemos prestarles la atención debida. No importa que la creencia sea un símbolo de ingenuidad: (Vos todavía creés en los Reyes Magos» se dice habitualmente como un símbolo de esa condición, pero los niños son y deben ser ingenuos para que precisamente sean niños ya que tal cosa forma parte de su encanto.
Siempre fundándose en la leyenda, se sostiene que los restos de los Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, se encuentran bajo el altar de la Catedral Católica de la ciudad alemana de Colonia. Quizás si, quizás no, lo que es indudable es que están vivos en la imaginación de los pibes y eso vale para que también nosotros, los mayores, por unos momentos nos tornemos un tanto más crédulos, un poco lo contrario de lo que, por necesidad, la vida nos obliga a ser cotidianamente. Hagamos hoy una excepción y acompañemos a los niños en su alegría y celebración.
El Diario de Baradero
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