Duró poco la alegría popular producida por el asfaltado del bulevar Malabia; a pocas semanas de inaugurado, el sector que limita con la calle Teófilo Rosell, de la mano que va hacia el centro de la ciudad, comenzó a pocearse.
Como era habitual cada vez que sucedía algo parecido, el pavimento se «emparchaba»; si había asfalto se le rrociaba un poco por encima y cuando no había, que eran las más de las veces, se evchaba algo de tosca que duraba muy pocos días.
En las últimos meses del gobierno comunal del doctor Aldo Mario Carossi, el sector dejó de recibir mantenimiento que, aunque malo y escaso, iba haciendo que el deterioro fuera un tanto más lento, no demasiado acelerado.
Los días transcurridos entre la asunción de los nuevos funcionarios, el conocimiento de los problemas y los tiempos para ir dándole solución, hicieron que la mitad de la cuadra del bulevar pase a ser de tránsito «riesgoso», sobretodo por la noche y en días de lluvia, cuando el agua oculta el estado verdadero del piso.
Los baches comienzan apenas doblando desde Teófilo Rosell y se prolongan hasta la mitad de cuadra empeorando a medida que se avanza ya que al final, son pozos de grandes dimensiones que ocupan casi todo el ancho de la calzada obligando a que los autos pasen introduciendo al menos una rueda en ellos.
Causa tristeza ver el estado en que se encuentra ese asfalto que fuera alguna vez parejo, prolijo, y que hoy se ha convertido en una trampa para quienes por allí deben circular.
El Diario de Baradero
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