
El escritor viene de publicar “Tacos altos”, libro en el que indaga sobre la identidad de una adolescente china que pierde a su padre en la crisis de 2001.
En diciembre de 2013, la muerte del dueño de un supermercado chino en Glew pasó casi desapercibido en las páginas de la prensa argentina, salvo para los ojos del escritor Federico Jeanmaire. Esto fue lo que sucedió: Lin Zhang Xian intentó evitar que le saquearan el local aprovechando los cortes de luz de la zona. Cerró las rejas, se amotinó con un arma y sacó a los ladrones a los tiros. Y aunque dos de ellos fueron heridos, les quedaron fuerzas para rociar el comercio con nafta y prenderlo fuego. Lin Zhang Xian no pudo salir —o no quiso hacerlo— y murió quemado. Con esta historia como disparador, Jeanmaire, de 58 años, escribió su último libro, “Tacos altos” (Anagrama, $225), donde deja la narración en manos de una adolescente china, de 15 años, la hija de Lin. Esta joven, a mitad de camino entre la niñez y la adultez, busca su identidad: ¿es china o es argentina? ¿Es niña o es mujer?
-¿La inmigración es una marca de esta época?
-La marca de la época es la identidad, por todos estos aluviones migratorios en todo el mundo. Como nunca antes, la gente por un montón de razones se muda de su sitio originario a otro y eso es uno de los grandes temas del momento.
¿Cómo se construye identidad?
-Soy escritor. Para mí la identidad está absolutamente fijada y trabajada desde la lengua materna y gran parte de lo que somos es lo que hablamos. Para mí, es una cuestión de lengua. Y es lo que traté de hacer en la novela, de poner la lengua en el centro de la escritura para hablar de este tema sin hablarlo. Y así como a principios de siglo XX había cocoliche, ahora hay otro proceso. Traté de escribir una novela con una protagonista china, adolescente, tierna, de a ratos inocente, de a ratos no, como cualquier adolescente.
-La protagonista sólo habla en presente, ¿por qué esta búsqueda?
-Además de ser una marca de la identidad, es una cuestión interesante para el que lee. Te provoca un extrañamiento con la lectura, con tu propia lengua y aspiro a que en algún lugar de la cabeza del lector eso produzca algún tipo de reflexión. Siempre lo que te separa de lo ordinario te hace pensar.
-Acostumbrás hablar de “lenguas artificiales”, ¿a qué te referís?
-Es una cuestión que me viene del Quijote. Allí, casi todos los personajes hablan lenguas artificiales. Cualquier habla que aparezca en la literatura es artificial. Lo que trato de hacer es alejarme de lo coloquial. No soy de esos escritores que andan anotando cómo habla la gente para reproducirlo, sino todo lo contrario. Trato de construir lengua. Cuando estaba en la Facultad, siempre me peleaba con el realismo, porque para el realismo todo es representación, contexto, etc., y para mí se olvidan de la lengua. Creo que la lengua es fundamental en el realismo y en cualquier literatura, que si vos respetás todo, respetás contexto, respetás representación pero metés una lengua artificial, producís una novela fantástica, en el sentido de fantasía.
-Surge el tema de la venganza como un acto de justicia. Polémico, ¿no?
-Pero los chinos son así, prácticos. Hablando de nosotros, la injusticia o la venganza como forma de justicia es parte fundante de la literatura argentina y es cultural. El “Martín Fierro” o “El Matadero” son eso. Los argentinos no tenemos justicia, nunca la tuvimos y no sabemos manejarnos con eso. Nuestra cultura está llena de injusticias y de falta de justicia. Y la venganza es una cuestión que no es políticamente correcta, pero, bueno, esto es una novela. Además, no tengo ninguna respuesta más o menos seria respecto de la venganza y la justicia. Y la literatura se escribe en esa duda.
-Y aparece la figura del barrabrava como una especie de sicario.
Los barrabravas son una parte importante de la cultura de hoy en Argentina. Y apareció. Y creo que aparecen porque son personajes que están presentes y no es que uno los inventa de la nada. Hoy es un personaje muy poderoso y en el Conurbano mucho más. Suelo ir a la cancha de Racing y me impresionan no sólo ellos como grupo humano que delinque con una cierta cordura y especificidad, sino también la reacción de la gente respecto de ellos. Llega la barra y es todo un ritual. Son unos personajes que, en algún sentido frívolo, son una parte importante del estadio; pero en un sentido político y social, es muy complicado lo que se ha ido armando con el tiempo.
El libro. La crisis de 2001 en un súper chino
El relato de la protagonista, una adolescente china, transcurre un poco allá, en la ciudad de Suzhow, adonde vuelve después de la muerte de su padre en diciembre de 2001, y otro poco acá, en Buenos Aires y en Glew (localidad que el autor no conoce), adonde no quiere volver, pero debe hacerlo a la fuerza. Los tacos funcionan como metáfora del pasaje a la adultez.
Por Paula Conde – [email protected]
www.larazon.com.ar
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