Juan Andacaba es un hombre joven aún, que prácticamente no conoce en la vida otra cosa que el trabajo duro. Al igual que el presidente de nuestra primera Junta de Gobierno, Cornelio Saavedra, Andacaba nació en Potosí hace poco más de 50 años. Quizás su lugar de origen haya marcado su vida integrándolo a la «especie laboriosa»; los potosinos fueron utilizados en la explotación minera del Cerro Rico del cual salió en abundancia la plata, de manera tal que los conquistadores españoles utilizaban herraduras de dicho metal para sus cabalgaduras. Quienes entraban al trabajo en la mina, muy jóvenes, salían ya cadáveres puesto que la muerte era la única forma de abandonar el lugar.
Desde niño comenzó a trabajar en la huerta, más tarde cortó caña de azúcar en el distrito agropecuariamente más rico y productivo de Bolivia, Santa Cruz de la Sierra. Como tantos otros compatriotas cruzó hacia la Argentina promisoria por el paso fronterizo de Villazón, viajó por la Quebrada de Humahuaca y terminó su periplo en nuestra querida Tucumán, tierra en la que continuó trabajando en la caña. A medida que pasaba el tiempo su familia iba creciendo con la llegada de varios hijos que lo acompañaban y acompañan hoy y a los cuales ha dedicado todo su esfuerzo.
Pasó algunos años realizando tareas de horticultura en los alrededores de La Plata, la zona de nuestro país donde se producen grandes cantidades de verduras y hortalizas, la principal fuente proveedora del consumo de la Ciudad de Buenos Aires y estando allí, por razones de parentesco, se enteró que existía Baradero y hacia acá vino estableciéndose hace ya unos años en las cercanías del Aero Club Baradero donde comenzó a trabajar en la huerta y a construir su sistema de solidaridad familiar.
Juan Andacaba trabajó en la huerta con el auxilio de su mujer y sus hijos, abrió una verdulería en la que vendía su producción, pero sucedió que los hijos comenzaban a crecer y a casarse. Fue entonces que Juan pensó la manera de lograr que cada uno comenzara a abrirse su propio camino e ideó una manera que le ha dado resultados hasta el presente. Cuando un hijo se casaba, Juan buscaba un local para alquilar y abría allí una nueva verdulería que dejaba a la atención de la pareja a los que se encargaba de asesorar y aprovisionar hasta que «volaran solos». Así lo fue haciendo sucesivamente y hoy ya son cinco las verdulerías que así nacieron y son atendidas por hijos suyos.
A la fecha restan solamente dos hijos solteros que trabajan en la única de las verdulerías que le pertenece a Juan; allí están aprendiendo a trabajar en el rubro y cuando contraigan matrimonio, Andacaba se encargará de buscar el barrio en el que haga falta establecer el negocio y el camino volverá a ser recorrido hasta que, como él mismo confiesa, el último de sus hijos tenga su porvenir asegurado.
A Juan Andacaba le ha ido bien en Baradero, es cierto, tan cierto como que posee una permanente contracción al trabajo, una característica que es común a toda la comunidad boliviana que, a diario, con mucho esfuerzo y sufriendo los rigores del clima, se encarga de que frutas y verduras estén a disposición de tantos baraderenses que se proveen de ellas.
Laborioso, solidario con sus hijos y superados algunos problemas de salud adquiridos por causa de la dura vida que ha llevado, Juan Andacaba está nuevamente trabajando, ayudando a sus hijos y su cara exhibe una sonrisa que lo muestra satisfecho con lo logrado. ¡Como para no estarlo!
El Diario de Baradero
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