«Ríos de tinta» se han escrito en Baradero en referencia a la estación del ferrocarril y su malhadado destino. De ser distinguida como la mejor del ramal Retiro-Rosario, pasó a ser la Cenicienta (nunca mejor elegido el apodo) de todas ellas. Sin embargo, siempre hay quien se resiste a aceptar así como así el triste destino que le ha tocado al lugar y al barrio en consecuencia.
En esta oportunidad ha aparecido otra vez el carrito de comidas rápidas que surgiera en años anteriores y, en algunas de las cálidas noches del tórrido verano que transcurre, se encienden luces, suena la música, los vecinos se arriman y quizás, los espíritus que aún sobrevuelan el derruido y carbonizado edificio, se contenten al ver que no todo se ha perdido, que la desidia y el desinterés no son de todos y que la paciencia para esperar una reconstrucción que se ha hace esperar demasiado, aún no se ha agotado.
El dueño del carrito ha tenido la buena idea de píntar, en su frente y en su parte trasera, un dibujo de la estación ferroviaria cuando se hallaba en sus mejores momentos para que los pequeños que llegan hasta allí, sepan cómo era lo que, lamentablemente, ya no es.
El Diario de Baradero
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