El hilo se corta por lo más delgado, asegura un muy conocido refrán y lo afirma con el respaldo que su permanencia en el tiempo como frase válida, otorga a los refranes.
A los trabajadores de Ingredion les soltaron las manos de todas partes y se encontraron, de repente, solos, librados a sus fuerzas que, sin ser pocas, se enfrentaban a otras de mucho mayor tamaño y a la complicidad de los que, agobiados por el miedo, no hicieron más que sumarse a la opinión del sector patronal.
En un momento pareció que los trabajadores del SOERM eran los malos de la película, los responsables de un futuro tenebroso para Baradero y que de la decisión que tomaran dependía poco menos que el destino de sus vidas. En medio de todo, surgió un comunicado del Centro de Comercio, Sociedad Rural, una poco conocida Asociación de Pymes y otras entidades, invitándolos a deponer su actitud en defensa de los despedidos con apreciaciones varias, pero ninguna menciona ni siquiera tangencialmente, la política económica implementada por el actual gobierno nacional, que arrasa con la industria, deteriora gravemente el consumo, condena a la pobreza a vastos sectores sociales y genera un estado de intranquilidad social que se percibe donde se ponga la mirada o se preste el oído.
No es casual que así haya ocurrido puesto que entre los firmantes de la nota, figuran varios que hicieron todo lo posible para terminar con un determinado sistema económico social, llamado de reparto, y llegara otro más de su gusto y, sobre todo, conveniencia. Por otra parte, de antiguo se dice que no conviene nombrar la soga en casa del ahorcado.
Acorralados, señalados por muchos dedos acusatorios, los trabajadores de la planta Baradero de Ingredion, terminaron cediendo y votaron por el retorno a sus tareas casi incondicionalmente.
Consecuencias
El final del prolongado conflicto traerá consecuencias y la principal de ellas ha de ser la modificación del convenio laboral que, por supuesto, será cambiado para favorecer los intereses de la empresa, que surge claramente triunfadora del conflicto.
Habrá, ya se sabe, un recorte salarial para, en términos empresarios, «adecuar los salarios a la realidad económica y hacerlos competitivos», lo que significa reducirlos, achicarlos. También cambiará el sistema de francos, horas extras y sin dudas que se perderán otros beneficios.
Decía una vez José Sanfilippo, el goleador histórico, que un gol errado por el delantero encargado principalmente de convertirlos, era su caso, constituia una frustración, porque la pelota que llegaba a los pies del definidor era producto de la lucha de todos sus compañeros, representaba el sacrificio del defensor que, quizás mediante un gran esfuerzo, había recuperado el balón, el volante que había corrido varios metros para transportarlo y cedérselo con calidad, lo mejor posible al definidor quien a su vez tenía la obligación de evaluar todo eso y tratar de no dilapidar tanto esfuerzo. Algo similar ha sucedido en este caso; un convenio laboral que se fue gestando a lo largo de muchos años, conformado mediante la lucha de tantos dirigentes sindicales y trabajadores, se derrumba de un plumazo y hay que empezar una nueva lucha, desigual, sin ayuda y con todo en contra.
Sentimos hondamente esta tristeza que nos ha ganado ante un final injusto, como lo han sido casi todos los finales de conflictos en el ámbito laboral de los últimos tiempos en esta tierra argentina que merece mejor suerte.
La asamblea de los trabajadores de Chacabuco, ante lo acontecido en Baradero, donde una amplia mayoría votó por el retorno al trabajo, no hubo votación.
Una reflexión para el final
Durante los años del gobierno «populista», como muchos gustan llamarlo al de los Kirchner, se dieron varios conflictos laborales; fueron doce años y es natural que esas cosas sucedan. Resulta evidente que el tratamiento que se daba a esos problemas desde el gobierno nacional, era muy distinto al que se les brinda ahora. Antes, era común verlo al ministro Carlos Tomada participando activamente en la resolución de los conflictos y se interesaba hasta la misma figura pesidencial en que se superaran las diferencias, porque la mira estaba puesta en la producción y el trabajo.
En contraste sobresaliente en el caso Ingredion la ausencia del ministro Triaca se destaca en todo momento y la opinión del presidente Macri es desconocida, aunque se sospecha cuál es su parecer. Es que hoy la mira está puesta en las finanzas y lo que deja de producirse, y hasta lo que se produce, se importa o importará.
Brilla por su nula participación, también, el gobierno provincial de María Eugenia Vidal. Hace algunas semanas, con tristeza, se anunciaba que la única fábrica de llantas de automóviles existente en nuestro país, se retiraba cerrando su planta de producción radicada en la provincia de Santa Fe. La misma indiferencia que exhibe hoy el gobierno nacional ante el problema de Ingredion, fue la que campeó en el aludido caso de la fábrica de llantas. Ante lo que sucedía y viendo que no se ocupaba del tema el gobierno nacional tomó las riendas de la provincia de Santa Fe, sentó a dialogar a las partes, escuchó las razones y, una vez llegado el acuerdo gestionó un crédito internacional que alivió la situación financiera dificultosa por la que atravesaba la empresa que hasta hoy continúa su producción sin haber despedido a nadie.
Sabemos que el gobierno anterior tiene sus detractores, pero nadie puede negar que la actual situación laboral que atraviesa Baradero no se hubiera dado si la decisión en materia de política económico-social, estuviera en manos de los gobernantes que se fueron en diciembre de 2015.
Gabriel Moretti
El Diario de Baradero
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