
“Ayer su cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento de mi papa, así que este mes de Junio es muy movilizador para mí, porque en este mes hubiera cumplido años, fue el día del padre y bueno se mezclan un montón de sentimientos, un poco de tristeza, de melancolía, pero a pesar de todo seguimos acá adelante por todo lo que ha dejado. A parte me encanta hablar de él y contar historias, porque me crie en ese mundo, mi infancia fue eso, de pasar tantas tardes en esa calesita.
El Quique papá no tenía mucha diferencia al quique calesitero, era igual, se disfrazaba, contaba historias todo el tiempo, era un laburante, tenía su taller, era herrero de profesión. Le encantaban los chicos, era un imaginativo, le encantaba escribir, le encantaba la música, divertido.
Él me contó que ahí funcionaba la cancha del Club Sportivo y que mi tío Santiago- que era su mano derecha y su todo también – estaba como canchero o algo así en el Club, entonces él lo iba a ayudar. Un día pusieron una hamaca y luego un tobogán y de a poquito les fueron sumando cosas y como él tenía el uso del taller fue así como llegaron con todo ese parque y luego la calesita como si nada. La calesita en principio estuvo al lado de mi casa me recuerdo que en el predio figuraba un cartel con la sigla de SANQUIPAR por Santiago y Quique.
Recuerdo gente que me ha contado que no ha tenido la entradita o la monedita y subían igual. Estábamos eternamente ahí arriba porque no te bajaba nunca. Recuerdo que solamente me quedaba en la casa de una amiga, de una vecina, cuando era muy chica, pero siempre los domingos era desde la mañana temprano prepararnos ya todo para ir a la calesita.
A la primera calesita mi papá le extendió su uso por más de treinta años, hasta que la vendió.
Esto ocurrió cuando la cancha no era más cancha, volvió a ser una plaza y los rumores era que se pensaba construir ahí una terminal de ómnibus que al final solamente termino siendo una intención. Este hombre dueño de un medio jugó a favor de eso y con su medio logró en definitiva lo que quería que era que tu papá bajara los brazos, que fue lo único que pasó, porque después no pasó más nada.
Lo de Julián fue inolvidable, es algo que no puedo entender mucho, pero fue muy grata la sorpresa y ½, porque fue hecho con tanto amor. Recuerdo al querido Gustavo, a quien mi papá adoraba, a Pablo, a Marcela, a todos ellos que hicieron tanto para que el sueño se haga posible. Recuerdo que me citaron a una estación de servicio a tomar un café y me dieron la carta donde estaba aceptado el sueño y yo les digo ¿qué hacemos ahora? Y ahí se empezó a entretejer toda una aventura en la cual todos quedamos tan contentos, el pueblo y los que fuimos participes ni hablar y nunca lo vi tan feliz a mi viejo como aquella vez.
Mi papá siempre decía que lo que uno se lleva es eso la satisfacción de hacer algo por el otro, siempre estuvo pensando en el prójimo.”
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