Los jóvenes vecinos de nuestra ciudad lejos están de imaginar cómo era la cuadra de la calle Anchorena al 1000. Hoy existen sobre ella negocios puestos a la máxima tecnología, con frentes vidriados, pisos de porcelanato, luces led de variados colores e intensidades por lo que se comprende que se hace difícil imaginar cosas de hace unos 60 años.
Tal vez uno de los recuerdos más especiales sea el taller de reparación de cocinas, calentadores, estufas y artefactos por el estilo que existía aproximadamente donde en la actualidad hay una panadería y una casa de venta de instrumentos musicales. Andrés Tucci y su padre, Carmelo, tenían allí un comercio que abarcaba varios metros de frente. Don Carmelo poseía lo que por esos años se conocía como «Salón de lustrar» y que consistía en unas altas bancas en los que el cliente se sentaba y apoyaba su zapato en un soporte adecuado en el que era atendido por el lustrador que se ocupaba de dejar el calzado en estado impecable pomada, cepillo, franela y oficio mediante.
Contiguamente al salón se hallaba el «Taller Andresito» donde se reparaban los artefactos referidos. En el frente, sujeto a la altura de la cornisa de la edificación, se veía un gran cartel anunciando de lo que el taller se ocupaba con un dibujo de Andrés Tucci parado frente a una cocina. Quizá lo más llamativo del diseño era que Tucci estaba representado de poca altura, casi que apenas pasaba el nivel de la cocina y, en realidad, si algo caracterizaba a Andrés Tucci era su escasa altura, aunque no tanto.
Otra de las inolvidables imágenes del taller era su desorden. En el piso confraternizaban los calentadores «Primus» con trozos de quemadores de las cocinas, chapas y cuanto pueda imaginarse al respecto. Ese desorden de alguna manera se prolongaba hacia la vereda donde también se amontonaban cosas propias del taller haciendo de esa zona algo llamativo para todos ya que cuando pasaba por el lugar podía el peatón sentir las cosas más variadas, pero jamás indiferencia. Nadie podía decir que el taller le había pasado inadvertido.
La foto que hoy traemos al recuerdo es la de Andrés Tucci junto a su esposa en el interior de su taller de reparaciones. En su mano derecha Tucci tiene una plancha «a nafta», objeto que hoy nos resula increíble ya que en un pequeño depósito que estaba ubicado junto a la empuñadura, llevaba nafta y, por supuesto, trabajaba con llama lo que en más de una oportunidad provocaba el incendio de la plancha y las pobres mujeres de la época debían correr hacia algún sitio, generalmente los patios de las casas, para arrojar la plancha encendida lo más lejos posible. Claro está que más de una terminó mal debido a ese tipo de accidentes.

El Diario de Baradero

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