
Las manos anónimas que dieran fuego al edificio de nuestra estación ferroviaria, quizás jamás imaginaron el enorme perjuicio que causarían a la comunidad. La actual crisis, que con su consecuente miseria como dice M. Fierro «en su afán de perseguir de mil modos», acosa a la sociedad, ha provocado que viajar a Buenos Aires, donde se sabe que Dios atiende, resulte oneroso para gran parte de nuestra población.
El transporte automotor resulta caro para el bolsillo del trabajador y ni qué hablar de otros bolsillos mucho más menguados. El tren siempre fue un auxilio ya que con sus precios bajos, permitió la comunicación a precio módico. Baradero, que de alguna manera podría verse beneficiado con ello, ha quedado excluido en razón de que su estación ferroviaria es una ruina tras el destrozo sufrido por el recordado incendio sin culpables.
En el anterior gobierno parecía que las cosas estaban a punto de arreglarse cuando llegó un alto funcionario a Baradero, mostró el proyecto que se realizaría y permitiría que los baraderenses tuviésemos otra vez una estación de ferrocarril. El cambio de gobierno con sus planes de reducción presupuestaria en razón del interminable ajuste, ha hecho que todo quedara nada más que en lo mencionado: proyecto. Mientras tanto la ciudadanía se ve perjudicada y, para peor, no se sabe nada acerca del tema que parece haberse quedado entre las nieblas del tiempo.
Se publican los precios de los pasajes dados a conocer en la vecina San Pedro a los fines de comparar y entender cuánto es el daño causado a nuestra población.
El Diario de Baradero

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