En un debate organizado por Planeta sobre el periodismo de investigación, la semana pasada se juntaron varios periodistas alrededor del libro El Dueño de Luis Majul, que relata la historia de Néstor Kirchner y la corrupción durante su gobierno. El libro ya es un éxito de ventas: más de 200 mil ejemplares en pocos meses.
Pero Víctor Hugo Morales, uno de los periodistas presentes en la mesa, arremetió duro contra el libro de Majul, a quien acusó ser “capaz de hacer cualquier cosa por el rating”. Dijo, entre otras cosas, que “llamar periodismo de investigación al libro de Luis sería faltarle el respeto al periodismo de investigación”.
Por su parte, Majul le respondió con una contundente columna publicada en Perfil.
Leí parte del libro y me parece que Víctor Hugo se equivoca. En concordancia ideológica con el gobierno de los Kirchner desde hace ya un buen tiempo, Víctor Hugo se ensañó demasiado con su colega bajo el paraguas de una supuesta libertad para decir lo que piensa, cosa que ya sabemos, es su principal caballito de batalla. Pero más allá de esa libertad -irreprochable y de una valentía admirable- también hay que saber que existen los lugares y las formas.
A Morales puede no gustarle el estilo siempre particular de Majul (escritura frenética, ciertos errores de sintaxis, etc.) y hasta no coincidir con su enfoque ni con su postura, pero si leyó el libro (cosa que el autor pone en duda) no puede negar que hubo una profunda investigación detrás para llevar a la superficie una gran cantidad de hechos de corrupción y negociados bajo la sombra del poder, ignorados por una enorme cantidad de medios durante casi todo el primer gobierno K -incluso Clarín, cuando los negocios todavía sostenían una buena relación entre el Grupo y Kirhner- .
En su libro, Majul da nombres, fechas, fuentes y reconstruye diálogos de personajes clave de este y el anterior gobierno de Néstor. Y hasta montos y cifras de coimas y negociados. ¿No debería ser suficiente?
Alguien dijo hace poco que durante los´90, cuando durante la corrupción menemista proliferaron los libros de investigación periodística que desnudaban los negocios sucios del poder, los periodistas que investigaban eran considerados casi patriotas. Pero quienes lo hacen hoy son “conspiradores”.
Tal vez lo que ocurrió la semana pasada durante el tenso debate puso en evidencia, de una forma tosca y poco sutil, la polarización que el gobierno logró también dentro del periodismo: por un lado aquellos que, cada uno con su estilo particular y desde los medios que pueden, prefieren seguir haciendo periodismo, investigar y denunciar los hechos de gobierno que merecen una denuncia, aún a riesgo de ser tildados de opositores y golpistas y aún a riesgo de cometer errores; y por el otro, se ubican los que prefieren, por distintas razones que van desde la convicción ideológica hasta el negocio y la conveniencia pura, defender al gobierno con uñas y dientes y olvidarse por un largo rato los manuales del buen periodismo.
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