El 29 de marzo de 1976, cinco días después del golpe de Estado del 24 de marzo contra el gobierno de María Estela Martínez de Perón, Jorge Rafael Videla hizo su primera cadena nacional como presidente de facto. A los 50 años, de uniforme militar, anteojos de marcos gruesos, engominado, bigotes castrenses, tomando los papeles con ambas manos, el flamante dictador leyó con énfasis marcial su justificación de la toma violenta del poder: “Tal decisión, fundamentada en la misión y la esencia mismas de las instituciones armadas, fue llevada al plano de la ejecución con esa misma responsabilidad, firmeza y equilibrio que han merecido el reconocimiento del pueblo argentino”, dijo.

Estaba sentado en el sillón presidencial: el que se le suele atribuir a Rivadavia y que en realidad es de la primera presidencia de Julio Argentino Roca. Un mueble de 1885 comprado en la Casa Forest de París, construido en madera de nogal italiano y decorado con láminas de oro. Treinta y siete años después, el 17 de mayo de 2013, la muerte natural lo encontró a Videla sentado en un mueble menos elegante, acaso con otro tipo de cadena nacional: el inodoro metálico de su celda del penal de Marcos Paz. Purgaba su condena de medio siglo -dictada el 5 de julio del año anterior- por los delitos de “sustracción, retención, ocultamiento y hacer incierto el estado civil de 20 menores de 10 años”. El robo sistemático de bebés de desaparecidos. Con soberbia, quiso negar la existencia de aquel plan, aunque al mismo tiempo alegó: “Las parturientas eran militantes activas de la maquinaria de terror. Muchas usaron a sus hijos como escudos humanos”.

En 1985, al final del Juicio a las Juntas (Videla presidió la primera, integrada además por Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti), había sido condenado a reclusión perpetua como autor de 469 crímenes de lesa humanidad. En 1990 fue indultado por Carlos Saúl Menem. A fines de los 90 volvió a ser detenido, por la apropiación de bebés. El siglo XXI lo vio desfilar por los penales de Campo de Mayo y Marcos Paz. “Nuestro peor momento llegó con los Kirchner”, declaró en 2012 a la revista española Cambio 16. “Hoy la República está desaparecida, porque no hay justicia sino venganza”, remató, sin avergonzarse. Hasta su muerte, a los 87 años, se consideró un preso político. Hoy se cumple una década.

Su imagen de genocida muerto sobre un inodoro carcelario -que parece sacada de una película con alegorías obvias- fue la que encontraron los guardiacárceles durante la fría madrugada del 17 de mayo de 2013. El cuerpo, tan flaco como siempre, flaquísimo, encorvado, fue retirado de la celda recién a las cuatro de la tarde, con rumbo a la morgue judicial, donde los forenses constataron problemas cardíacos, un tumor de próstata y los efectos de una caída reciente. Algunos antiguos camaradas de Videla, detenidos en el mismo penal, pusieron un crespón cerca de la celda precintada.

Nacido el 2 de agosto de 1925 en Mercedes, provincia de Buenos Aires, Videla gobernó la Argentina desde 1976 hasta 1981, cuando lo sucedió otro militar, Roberto Eduardo Viola. Los golpistas/dictadores definían a su gobierno como Proceso de Reorganización Nacional. El terrorismo de Estado -con sus campos clandestinos de concentración, secuestros, asesinatos, torturas, violaciones, robos, censura, asesinatos, desapariciones y sus cómplices civiles y eclesiásticos- funcionaba como ariete del plan económico de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía de Videla: el proyecto de un capitalismo enfocado en la industrialización, la sustitución de importaciones y un Estado de bienestar que propiciara una equilibrada distribución del ingreso dejaba paso a un ciclo de valorización financiera, endeudamiento, caída del salario y las conquistas sociales, desocupación. Épocas de “plata dulce” y publicidades televisivas de sillas y otros productos nacionales que se rompían y se revelaban inservibles.

“El 24 de marzo de 1976 no se materializó solamente la caída de un gobierno. Significó, por el contrario, el cierre definitivo de un ciclo histórico y la apertura de uno nuevo”, había explicado Videla en aquella primera cadena.

Tras su muerte, los medios replicaron imágenes icónicas de su mandato. Videla comulgando en misa; Videla gritando goles del Mundial 78 y entregándole finalmente la copa a Daniel Passarella; Videla y la posibilidad cierta de una guerra con Chile por el conflicto del Beagle; Videla y la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; Videla y sus advertencias sobre supuestas campañas antiargentinas. Las calcomanías celestes y blancas, “Los argentinos somos derechos y humanos”, el encuentro del dictador con Jimmy Carter, presidente demócrata de los Estados Unidos.

Pero tal vez la secuencia que mejor ilustra aquellos años es la de Videla, el 13 de diciembre de 1979, haciendo aspaviento ante una pregunta de José Ignacio López, futuro vocero presidencial de Raúl Alfonsín, durante una conferencia de prensa. Videla impune y descolocado a pesar de su impunidad, Videla sorprendido en medio de su círculo de esbirros. Videla que dibuja círculos en el aire con las manos, rompe su circunloquio sin sentido y lanza, acaso sin poder evitarlo: “El desaparecido es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni vivo ni muerto, está desaparecido”.

Tras la Guerra de Malvinas -que le costó la presidencia a Leopoldo Fortunato Galtieri- y el regreso de la democracia -Reynaldo Bignone, el último presidente de la dictadura cívico militar, le entregó el mando a Raúl Alfonsín-, Videla comenzó su periplo por juzgados y lugares de detención, lo que marcaría sus siguientes treinta años de vida, el tiempo que le quedaba. Habló poco, sólo para justificar sus actos y los de su gobierno. Entre octubre de 2011 y marzo de 2012, el periodista Ceferino Reato le hizo nueve entrevistas durante su detención en Campo de Mayo. Ese material sería parte del libro “Disposición Final”, publicado el 13 de abril de 2012.

Diez frases que le había dicho Videla:

– “En forma inorgánica, la planificación (del golpe de Estado) comenzó cuando asumo como jefe del Estado Mayor Conjunto (el 4 de julio de 1975) y empiezo a recibir visitas de gente que está interesada en verme. Me enteré después de que también estaban en contacto con la Armada.”

– “No era una situación aguantable: los políticos incitaban, los empresarios también; los diarios predecían el golpe. La Presidente no estaba en condiciones de gobernar, había un enjambre de intereses privados y corporativos que no la dejaban. El gobierno estaba muerto”.

– “Nuestro objetivo era disciplinar una sociedad anarquizada; volverla a sus principios, a sus cauces naturales. Con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica, que impregnaba a vastos sectores; con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal”.

 “Pongamos que eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión; no podíamos fusilarlas. Tampoco podían ser condenadas judicialmente. Pasaban a ‘disposición final’”.

– “Para no generar protestas dentro y fuera del país, sobre la marcha se llegó a la decisión de que esa gente desapareciera; cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte”.

– “No era que esa decisión sobre el destino de una persona la tomaba un cabo. No: había responsables en cada zona, subzona, área y subárea. Pero, por encima de ello, existía la responsabilidad del comandante en jefe del Ejército, tomada en la más absoluta soledad del mando”.

– “Tuvimos indicios importantes, no probados, del encuentro entre (el almirante Emilio Eduardo) Massera y (el jefe de Montoneros, Mario) Firmenich en París”.

– “Promediando 1978, con sus matices en más o en menos, el objetivo fundamental del Proceso de Reorganización Nacional estaba logrado. El orden había sido recuperado en todos los niveles: militar, político, gremial, económico y social”.

– “No supimos aprovechar esa oportunidad. Los políticos no demostraban mayor prisa por recuperar el poder porque persistía el temor a la guerrilla. Nosotros sabíamos que estaba derrotada y que, en términos militares, había sido aniquilada, pero los políticos no lo sabían con certeza”.

– “Los medios de comunicación fueron favorables al Proceso, sobre todo al inicio. No había problemas con la prensa: no podemos decir que la acción de los diarios impidiera hacer la guerra contra la subversión. Yo diría que no sólo los medios sino todos los factores de poder estaban alineados en la guerra contra la subversión”.

El 5 de julio de 2012, sobre el final del juicio por apropiación de bebés, Videla afirmó que si tenía que cumplir una condena lo haría como “un acto más de servicio a Dios y a la Patria”. Los jueces María del Carmen Roqueta, Julio Luis Panelo y Domingo Luis Altieri le dictaron medio siglo de servicio (penitenciario), pero se murió al año siguiente.

Infobae

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