El escritor Ernesto Sabato murió en la madrugada de hoy debido a una bronquitis que complicó su delicado estado de salud y sus restos comenzarán a ser velados desde las 17, en el Club Defensores de Santos Lugares.
Sabato iba a ser homenajeado mañana en la 37ma. edición de la Feria del Libro que se realiza en el predio de La Rural, con motivo de cumplir 100 años el próximo 24 de junio.
Doctorado en Física, trabajó en el Laboratorio Curie, en París, y abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura.
Entre sus obras más destacadas figuran «El escritor y sus fantasmas» (1963), «Apologías y rechazos» (1979), «El túnel» (1948), «Sobre héroes y tumbas» (1961), y «Abbadón el exterminador» (1974).
El velatorio
El velatorio de Ernesto Sábato comenzará a las 17 en la sede del Club Atlético Defensores de Santos Lugares, ubicado en Langeri al 3100, Santos Lugares, frente a la casa donde falleció el escritor esta madrugada.
La sala velatoria estará abierta hasta las 24 horas de hoy y reabrirá mañana de 7 a 12, hasta que parta el cortejo fúnebre.
Asimismo, se anunció que a las 14 horas su hijo, Mario Sábato, ofrecerá una conferencia de prensa en la sede del Club Santos Lugares.
Los vecinos lo recuerdan con anécdotas
Vecinos de la casa en donde vivió desde hace mas de 60 años Ernesto Sábato, recordaban esta mañana la figura del escritor que falleció esta madrugada a los 99 años.
Adrián Robledo recordó que «cuando Sábato cumplió 80 años yo era repartidor de diarios».
Indicó que en esa oportunidad, el escritor «que estaba quemando a las 6 de la mañana, en la entrada de la casa, unas pinturas que había hecho, me invitó a desayunar y lo que más me llamó la atención fue la cantidad de libros que tenía».
«Me acuerdo que le pregunté dónde estaban las paredes de la casa porque iban desde el piso hasta el techo los libros, y después que me invitó a desayunar, me dijo que cumplía 80 años y me regaló una pintura que aún conservo».
Robledo señaló que «no hablamos nada de literatura» sino que «me insistía con que estaba mayor y que tomara el café con leche que me sirvió».
Destacó que también lo vio en otras oportunidades caminando por el barrio junto con Matilde -su esposa fallecida- «pero hacía mucho tiempo que no salía de la casa, se sabía que estaba enfermo y que venían familiares a visitarlo, aunque había algunas chicas que lo estaban cuidando».
Por su parte, Víctor Correira, amigo personal de Sabato, indicó antes de acercarse al domicilio del escritor que «Sabato estaba mal, pero siempre fue ese hombre excelente que a cada instante nos dio una lección de dignidad».
«Lo conocí hace 30 años, yo tenía un negocio a la vuelta de su casa que reparaba televisores y Matilde me traía las cosas para arreglar», recordó.
«En una oportunidad, vino con Ernesto y empezamos a hablar sobre la obra del Club de Leones, y fue él quien me pidió si lo podría convertir en su ahijado y hacerlo leonino, cosa que así ocurrió».
Destacó que «a partir de ese momento, comenzamos una amistad a tal punto que una vez, cuando vine a verlo y le toqué el timbre para entrar a su casa, me premió diciéndome `usted es amigo, no tiene que anunciarse, sino solo pasar`».
Los vecinos recuerdan el gran dolor de Sabato cuando murió su hijo Jorge en un accidente automovilístico y coinciden en afirmar que -a partir de ese momento- no fueron tantas las salidas públicas por el barrio y que cada vez que lo hacía, sólo recibía muestras de afecto de quienes lo conocían por años.
Télam
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