Con los primeros calores aparecen ellos. Y diversas teorías se han desarrollado para explicar por qué eligen más la sangre de unos y no de otros. Pero nada tiene que ver la dulzura sanguínea, ni la capacidad de combatirlos psicológicamente. Dióxido de carbono y ácido láctico son los culpables.
Con el calor y la humedad llegan ellos, los mosquitos. Y del otro lado, nosotros, los humanos. Pero no todos nos relacionamos con esos molestos insectos de la misma manera. “¿Por qué a mi me pican siempre los mosquitos?”, suele escucharse. Y aunque tradicionalmente se dijo que la picadura dependía de la “dulzura” de la sangre, más tarde se descubrió que tiene que ver con el dióxido de carbono y con el ácido láctico.
Los mosquitos eligen a sus víctimas en función de la cantidad de dióxido de carbono (CO2) que emiten al respirar. Un ser humano produce cada día aproximadamente un kilogramo de CO2, y cada vez que exhala -unas 13 veces por minuto- emite más de cien miligramos de este gas. Los mosquitos detectan una corriente con pulsaciones de CO2, de la que deducen que detrás hay “sangre fresca” para chupar. El dióxido de carbono emitido al respirar es mayor en los adultos que en los niños, y su cantidad varía en función de la dieta y del ejercicio físico que se sigan.
Pero también el ácido láctico es un determinante, sustancia que es expulsada a través del sudor. Las personas más altas y las mujeres embarazadas emiten más ácido láctico y CO2, por lo que son “blancos” perfectos de los mosquitos. Las personas que acaban de hacer ejercicio físico intenso también resultan muy atractivas para los insectos.
Por: INFOnews
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