En la década del 60, Baradero tuvo un parador sobre la ruta que atendía miles de personas por día, empleaba a unas 80 personas, se proveía de insumos de comerciantes de la ciudad, fue un paseo obligado para los baraderenses que cruzaban la vieja ruta 9 para ver un mundo de viajeros por donde pasaron personas de todo el país, planteles de futbol, pilotos como Juan Manuel Fangio y artistas de TV y cine. Creado por un visionario como Juan Bulgarella, Achalay fue un alto en el camino, que hizo historia. Disponía de parada de colectivos de larga distancia, camiones, comedor, restaurant, hotel, estación de servicio, kiosco, gomeria y taller mecánico.
Por aquella época, sin la Ruta 41 y la rotonda, los vecinos acostumbraban a pasar los domingos o feriados en «El Chocolatín» nombre popular del monumento al centenario de la Colonia Suiza, ubicado en el acceso y Ruta 9. “La gente de Baradero había agarrado la costumbre de reunirse en el chocolatín que le llamaban- que estaba en la entrada a Baradero- y entonces la gente iba ahí, tomaba mate, pasaban autos cada quince minutos por la ruta y ese era el entretenimiento». Cuenta Francisco Bartonek (pelecho) quien comenzó de muy chico a trabajar como mozo en Achalay, su relato es nostálgico pero firme en recordar ese lugar que para la época era de avanzada.
«La gente que antes pasaba la tarde en el chocolatín, se trasladó a Achalay, estacionaban y miraban el movimiento que tenía ese lugar, algunos bajaban a recorrerlo, era un paseo para los baraderenses«.
Desconocemos el origen del nombre, pero este parador instalado en un lugar estratégico entre Buenos Aires y Rosario, donde la ruta era de dos carriles, la baja velocidad y la incomodidad de los colectivos obligaban a un descanso a mitad del camino luego de más de tres horas de viaje, se asemejaba mucho al retiro de hoy, aunque parezca mentira el movimiento que había en el lugar parece ficción si no lo contarán quienes fueron parte de este exitoso emprendimiento;
«Adentro del negocio la gente te llevaba por delante, era un movimiento terrible- inusual a lo que pasaba en el pueblo-, las tasas estaban en la mesa, vos las dabas vuelta y te pedían un café con leche con medialunas y era todo así, no parabas un segundo, cuando llegaban los colectivos corríamos para atenderlos . Entonces la gente de Baradero venía y miraba todo ese movimiento, mucha gente en Baradero mayores deben recordar lo que hacían en ese momento. Después de la Achalay la vuelta del perro pasó a la rotonda».
Continua relatando Francisco, trasladándose a ese tiempo mirando un punto fijo, como si sintiera el ruido de la gente, los micros, las tasas, la cocina…
«La estructura de la Achalay era incalculable, porque ellos trabajaban en ese momento con General Urquiza, El Rápido, ellos vendían boleto- a lo mejor mandaba cinco colectivos del mismo horario- así que era imposible calcular cuanta gente circulaba por ahí, el salón que tenía era inmenso- tenía al menos 60 o 70 mesas- y después había otro salón restaurant que era exclusivamente para camioneros, porque ellos paraban ahí. Y el de los choferes, ahí había que atenderlos como reyes porque eran la clave para que se quedarán más tiempo y que volvieran contentos».
Entusiasmado, lleno de recuerdos, Pelecho siguió contando; «En el restaurant se consumían canastos llenos de medialunas unos diez o quince canastos. La comida era a la carta para ambos salones y estaban La Roca, don Juan Montardi, Morandi, Romero esos eran los dueños. Nosotros éramos cerca de ochenta personas trabajando, se trabajaba tres turnos. Todos los proveedores eran de la ciudad, La Achalay le dio una vida impresionante al pueblo.
La Achalay tenía estación de servicio, gomería, taller mecánico en ese momento no había teléfono te decían mira en el km tanto se cayó un auto y la gente iba a atenderlos».
A la charla se sumó Don Carlos Touzet, quien trabajó en la estación de servicios y pelecho propuso juntarse y ampliar esta rica historia local; «Yo le propongo a Carlitos que un día juntemos algunos más- porque somos pocos los que quedamos de esa época –reunirnos acá, hablar y contar estas cosas, porque la verdad que el otro día cuando hablo de la Achalay la verdad me emociono. ”
Por su parte, Don Carlos sumó sus vivencias; «Yo estuve en la estación de servicio estuve unos ochos años más o menos y bueno paso de todo. Seguramente Pelecho se debe acordar de una anécdota que una vez paro una ambulancia en los surtidores de afuera y el empleado no lo atendía porque le tenía miedo a los muertos, entonces tuvo que ir Pelecho a expenderles nafta a la ambulancia y el empleado en esos tiempos era Roque Garea».
Ambos se ríen en complicidad y Carlos continuó haciendo memoria; «Nosotros hemos contado entre 25 y 30 colectivos en la puerta en un mismo horario. Cuando a la línea El Tata y El Rápido la compró norte- la línea 60-, ellos metían un coche tras otro, les sobraban colectivos a ellos esa línea iba Rosario- Santa Fe- Paraná.
Se juntaban las hinchadas de los clubes, si habrá habido cascoteadas en Alsina cuando se trenzaban una con otra. La Achalay competía mano a mano con el tren».
Para que tengamos una idea más amplia de la magnitud de «La Achalay» como la llaman ellos, Carlos dio un ejemplo muy simple del consumo; «Chiarella que era el distribuidor de Cola Cola en ese momento dejaba el camión y acoplado ahí parado, se venían a Baradero y después volvían y habían bajado toda la carga y le habían puesto los vacios para ser repuestos nuevamente.
Uno mozo y el otro empleado en la Estación de Servicios, pero ambos coinciden en destacar este lugar que hizo historia, una historia por muchos desconocida;
«En la estación de servicio cargaban combustibles los autos, colectivos, camiones. Sus propietarios eran Juan Antonio Bulgarella y un socio que tenía de San Pedro. Los autos que más se veían en esos tiempos eran las estancieras, después empezaron aparecer el Ford Falcón, el Bergantin, los Rambler, los 4L , Peugeot, Siam Di Tella , Renault había mucho parque automotor que pasaba por la Achalay».
Este paseo por Achalay, donde seguramente se sumará el aporte de los comentaristas, servirá para que no quede en el olvido.
El avance de los tiempos, la autopista, cambio en las costumbres, problemas económicos, malas decisiones o un poquito de cada una conspiraron para que «La Achalay» fuera muriendo.
Pero este parador revolucionario para la época fue parte de la ciudad. Don Carlos Touzet, con nostalgia terminó diciendo; «Fue una época muy buena para nosotros Baradero, lástima que se termino, que se yo sé manejo muy mal de parte de los dueños y a nosotros se nos terminó todo.”
Fotos: Gentileza del Grupo Baradero de Ayer y de Hoy
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