Hoy, a 37 años del golpe de estado, en la Plaza de la Memoria se recordó a los siete jóvenes baraderenses desaparecidos que son Julio Peris, Bocha Hofer, Nelson Agorio, Víctor H. Hofer, Edith Bazzara, Miguel A. Dipasqua, Raúl Bracco y a todos los desaparecidos durante la dictadura militar que gobernó nuestro país entre 1976 y 1983.
Además de los detenidos políticos que fueron tristemente testigos del genocidio mas grande de la historia Argentina.
El acto se llevó a cabo a las 10:30 hs. en la Plaza de la Memoria, ubicada en la esquina de las calles San Martín y Carmela Degrazia de Degese.
Participaron del mimo, familiares de los desaparecidos, autoridades municipales, educativas, representantes de las Fuerzas vivas y de Seguridad, colectividades, delegaciones escolares, Agrupaciones Políticas y publico en general.
Todo comenzó con las estrofas del Himno Nacional Argentino, luego se colocaron ofrendas florales al pie de la imagen que los recuerda a cada uno de los desaparecidos.
Luego se refirieron a este día tan importante para la memoria de los argentinos, la Docente Gabriela Dolcemelo y el DDHH Fabián Ferreyra.
Desde la conducción, a cargo de Ana Bramajo, Directora de Prensa, se fueron nombrando a cada uno de desaparecidos de Baradero, respondiendo los asistentes al unísono la palabra: ¡Presente!.
Sobre el final también hubo aplausos para un defensor de los derechos humanos, fallecido recientemente en un accidente de transito, nos referimos a Carlos “El Facha” Sánchez.
Gabriela Dolcemelo, profesora de historia y una docente comprometida con nuestra historia, expresó entre otras cosas: “La tragedia que comenzó el 24 de marzo de 1976, será inolvidable por generaciones, ella nos dejó un terrible testimonio del vendaval de odio que produjo, su reinado marcó a fuego la vida de los argentinos, tanto en aquel presente como en su futuro. Ella se construyó durante aquellos oscuros siete años en que se ejecutó el plan criminal y sistemático de la dictadura cívico-militar, de Videla, Massera, Agosti y compañía. Fue apenas una delgada película de tiempo en nuestra historia, fueron apenas siete años, pero el dolor producido y las lesiones infligidas por las perdidas irreparables ocurridas son de una intensidad tan profunda que atravesará las generaciones venideras. El dolor de la memoria, es el deber de la vida y es también la manera de honrar a los ausentes y a los que se atrevieron a luchar desde su lugar de trabajo, desde su militancia, desde su sindicato, desde un libro o un diario, una película o una obra de teatro y desde una villa.
Es nuestro deber como docentes educar en la memoria, para que le miedo no anule las conciencias, para que no avancen las mentiras y el odio y para reparar las heridas de justicia”.
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