
Reiteradamente hemos citado a Arsenio Navarro y seguramente continuaremos haciéndolo toda vez que la evocación de su figura se relaciona con el indiscutible amor que tuvo por su tierra natal, nuestro Baradero.
No hay imágenes de Arsenio Navarro, solamente la de la casa que habitara (foto) durante algunos años frente al río, su ámbito de toda la vida, al borde de la barranca y que bautizara él mismo como «Los hinojos».
Arsenio Navarro era, principalmente, pintor de brocha; el oficio que le permitió ganarse la vida mientras tuvo salud. También fue periodista, fundador, director y editor del semanario «Tierra greda» que, aparecido en el año 1943, apenas tiró siete números, lamentablemente hoy inhallables cualquiera de ellos. Fue también caricaturista fino y hombre característico «del bajo» donde siempre vivió por elección propia. Buen nadador, enseñó a nadar a decenas de jóvenes de su tiempo, siempre gratis, ni hablar de plata para esas cosas.
Mezcla de anarquista devenido en socialista juanbejustista, escribía con un estilo muy particular «distinto a todos» solía decir don Antonio Lacerna que lo conocía y apreciaba como pocos. Es decir que Navarro, que era un autodidacta, tenía un estilo propio para la escritura, algo que no es fácil de encontrar.
La anécdota que sigue nos fue relatada hace pocas semanas por un vecino que fue su ayudante cuando era muy joven. Navarro fue invitado a una reunión que el partido socialista convocó en la zona sur de nuestra provincia, quizás en Las Heras o por allí cerca. Arsenio viajó con dos o tres socialistas de Baradero y cuando se estaba en pleno mítin, probablemente algo achispado, pidió la palabra.
Subió al lugar destinado a los oradores y se identificó diciendo que iba a dirigirse a los asistentes «un obrero socialista de Baradero». Parece que los aplausos recibidos ante ese anuncio lo envalentonaron y comenzó a sumar palabras que llevaron las cosas a un sitio tal vez impensado por el orador. Explicó que él era socialista y un verdadero trabajador, pobre, esforzado, es decir con todas las condiciones que suponía debía tener un verdadero hombre del socialismo, agregando que no lo eran, en cambio, quienes habían llegado con él a la reunión a los que calificó como «una manga de oligarcas».
Los compañeros de Navarro se sintieron ofendidos y decidieron, de común acuerdo, regresar a Baradero sin el orador agraviante por lo que Arsenio, al darse cuenta que lo habían dejado » a pata», no tuvo más remedio que volverse «a dedo» del lejano lugar comentando a su arribo y jocosamente, lo que le había sucedido.
El Diario de Baradero
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