Si uno se preguntara cuál es el atractivo que ofrece Baradero como destino turístico, la respuesta seguramente no superaría -con esfuerzo- la propuesta de la pesca. Con esto no se pretende hacer una valorización peyorativa de esta actividad, pero parece poco frente al gran potencial económico que el turismo ofrece hoy a no pocas localidades del interior del país.
Llama la atención que Baradero no figura en las agendas turísticas de las agencias nacionales, como es el caso de San Antonio de Areco; ni se lo menciona como destino en los suplementos especiales sobre “escapadas” de fines de semana que se publican en los grandes medios, como es San Pedro. Esta falencia debe llevar a una profunda reflexión.
Baradero tiene recursos naturales, geográficos y culturales que lo diferencian con creces de sus vecinos. Solo basta mencionar la hermosa ciudad, sus lugares históricos, la belleza natural de su Colonia Suiza, los ríos Arrecife y Baradero con sus espaciosas y despejadas costas, el característico Balneario Municipal, el autódromo, el aeroclub, etc., etc.
Lo que Baradero necesita es identificar y ordenar todos estos recursos dentro de una política que impulse el turismo a partir del compromiso público-privado. Esta política, a su vez, debe no solo definir un perfil turístico sobre el cual se quiere construir, sino también planificar las estrategias que eleven y aseguren la calidad de los productos y servicios para ponerlos a la altura de las exigencias de los visitantes.
Es claro que este objetivo no puede obtenerse de un día para el otro. Debe surgir del consenso de todos los actores, pero fundamentalmente a partir de una toma de conciencia de la importancia que el turismo tiene para el futuro de una región.
Cualquiera que haya visitado San Luis o Mendoza, solo para dar un par de ejemplos, habrá advertido que todos “hablan el mismo idioma”. Es como si se hubiera uniformado el discurso en función de mostrar con orgullo la belleza y los atractivos de esas provincias. Algo similar debería acontecer en Baradero.
Algunas puntas
Baradero no tiene desarrollados circuitos históricos, rurales, urbanos, e incluso pluviales, para mostrar a los turistas. Tampoco los servicios e infraestructura afines. Baradero no tiene una ruta de los productos que elabora (cítricos, dulces, mermeladas, etc.), como la ruta del vino en la zona cuyana, la del mate en la Mesopotamia, la de la sidra en la Patagonia o la del queso en Suipacha (provincia de Bs. As).
Baradero no ha sabido preservar la gastronomía de su población originaria, como bien puede ser la suiza. Baradero no tiene un calendario que promueva las costumbres autóctonas de la gente de campo, más allá del desfile tradicionalista de comienzos de octubre. En fin, Baradero no tiene una política de difusión como destino turístico.
Estas puntas, aunque presentadas por la negativa, pretenden abrir un debate sobre el tema y evitar que el turismo se circunscriba a iniciativas circunstanciales o no profesionales que terminan por desvirtuar el corazón de una gran actividad.
Hoy hay conocimiento, capacidad y profesionalidad para encontrar la puerta de entrada. El Posgrado sobre Turismo Rural que dicta la Facultad de Agronomía de la UBA está haciendo una avanzada en la materia en distintas regiones del país. Desde el punto de vista local, seguramente existen nuevos y valiosos recursos humanos (profesionales), en calidad y cantidad. Por qué no aplicarlos.
De lo que se trata, en suma, es de aunar las voluntades públicas y privadas para convertir al turismo de Baradero en un factor inteligente y estratégico de crecimiento, integración y desarrollo.
Rubén Mattone
Foto ilustrativa: Néstor Pérez
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