A veces me desbarranco
por la orilla liviana de una lágrima
adivinando rostros, entre los tonos sepias,
Otras veces, anda entre blancos y negros
el agridulce color de la nostalgia,
Otras tantas, no sé que hacer con mi alegría
cuando encuentro a quienes quise, entre colores,
asestándole un disparo en pleno corazón
a la melancolía.
Estos pequeños cuadraditos de la vida
lograron atrapar el tiempo entre sus bordes.
Les decíamos fotos, eran papel, podíamos tocarlas,
guardarlas en cajas de cartón, como reliquias.
Y hoy no sé, andan volando, por el cosmos,
dando la vuelta al mundo en un instante,
millones de ceros y unos navegando.
No lo sé. Me rindo.
Era más fácil preguntarle a Bracco.
Develar el misterio de su sencilla valija de madera.
En la pantalla hay rostros que nos miran
desde el fondo de todos los instantes.
Hay ojos que interrogan
y nos dicen y nos gritan y proclaman:
– “Nosotros estuvimos aquí, antes que ustedes.”
– “Aquí parimos, roturamos la tierra, tallamos la madera.”
-“Y volvimos, aquí estamos, somos la memoria,
llegamos de la mano de quienes nos quisieron
y nos traen a la vida nuevamente,
a este lugar de todos los encuentros.”
Vestidos a la moda del momento
que hoy resulta extraña, como resultarán extraños
nuestros peinados en unos pocos años,
nos miran en silencio y nos siguen hablando:
-“Estas calles de tierra, que ahora son cemento,
la vieja plaza, la torre inconclusa de la iglesia,
el Hotel de las Naciones, ese río sin puerto,
para ustedes son pasado inexorable,
para nosotros son presente detenido,
los sueños esperando en nuestros rostros.
Y eran ustedes nuestros amados sueños.-“
En la exacta bisectriz del olvido y el recuerdo
siempre el final del rumbo es Baradero.
Y en el ayer y hoy nos sublevamos,
en una empecinada rebelión contra el silencio,
todos juntos,
como eternos viajeros en el tiempo.
Jorge Romero
(Abril 2011)
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