Rep, Rudy, Sócrates y Mosquito hablan sobre la tristeza de la ida de un maestro. Además de Clemente, todos destacan el legado del paso por la televisión con “Caloi en su tinta” y su alma porteña.
«Atorrante y melancólico», por Rep
En diálogo con Vorterix, el dibujante recordó a Caloi y afirmó que él sólo homenajea a la gente que estima y admira. La palabra de Rep:
El negro es un creador en la larga cadena de embellecer nuestro arte popular con inteligencia, trabajo y conocimientos y cuestiones culturales.
Su ciclo televisivo sobre animación fue un aporte inmenso. Muchos de los creadores de animación que vendrán se generaron viendo al Negro Presentando esa maravillas de la animación mundial. El negro aportó libertad y dignidad a este laburo. Un grande. Su humor ha sido rebelde, nacional y popular, melancólico, porteño, futbolero, hedonista y atorrante. Seguramente he sufrido algún tipo de influencia. Es una figura muy fuerte, y yo soy de la generación que vino después. Él era elegante, parecía huraño pero no. Lo vamos a extrañar mucho como creador y como persona.
«Le aportó una mirada rea y porteña al humor gráfico», por Rudy
Como me pasa con todos los humoristas de esa generación, como Quino, Fontanarrosa o Abrebaya, creo que la gran singularidad de Caloi es que retrató un mundo distinto, que a los futuros humoristas como yo nos mostró todas. Caloi le aportó al humorismo gráfico una mirada muy porteña y rea.
Desde su espacio, podía generar cosas muy piolas como el ‘espejito retrovisor’ que tenía Clemente cuando iba al psicoanalista, esa cosa de niño que jugaba con la idea de ‘no te puedo mirar pero te miro igual’. Los trabajos de la década del ’70 son los que más me impresionan, los que más contribuyen a la instalación de rasgos bien porteños en el género. Por otro lado, reivindico su labor en el programa Caloi en su tinta, donde se dedicó a la divulgación de autores inéditos acá pero a la vez extraordinarios. Con ese programa hizo una contribución indispensable a la popularidad del humorismo gráfico”.
“Un lungo que jugaba al básquet como yo”, por Sócrates
Lo conocí cuando yo estaba trabajando en el diario La Nación. Me habían convocado en el año 1978 para trabajar sobre el Mundial de Fútbol. Ahí lo conocí y hubo una cierta reciprocidad con Caloi. Él era alto, lungo, dibujaba y jugaba al básquet. Yo jugaba al básquet, pero en Boca y él era de River.
Era un gran dibujante, algo parecido a Fontanarrosa, dos casos únicos, tipos que podían estar ocho horas en un tablero.
Antes del año ’78, antes del Mundial y los papelitos, él era ya un gran ilustrador de Clarín, hasta que le dan la página de humor en la revista del mismo diario.
Además, era una gran persona, y sobre todo una persona humildísima. Hace poco le hicieron una entrevista a su hijo, a Tute, que heredó la pasión por el dibujo. Tute dice que es increíble cómo, en el caso de Fontanarrosa y en el caso de Caloi, que son genios, cuando se bajaban de la silla del tablero y se ponían la pilcha de civil, eran muy simples, muy cálidos. Era un tipo con el cual yo me identifiqué mucho.
En una Feria del Libro a que nos enviaban los diarios a nosotros, los dibujantes, para que hiciéramos dibujitos a los chicos, recuerdo que se me vinieron un montón de chicos, en contingente, y como no me conocían, me pidieron que les dibujara un Clemente. Y yo empiezo a dibujarles Clementes, muchos Clementes. Pero de pronto siento que alguien me empieza a tirar bollitos de papel: “Por qué no le decís a tu compañero que me deje de tirar papelitos”, le digo yo a un muchacho. “Pero es el señor aquel.” Cuando levanto la vista veo a Caloi. “Me estás robando los Clementes.” Y yo les digo a los pibes: “Él hace los Clementes”, y todos se fueron corriendo hacia Caloi.
“Imposible, este tipo no se puede ir”, por Mosquito
Llego a mi casa y escucho por todos lados una noticia de esas que uno espera que sean un error. De esas que uno jamás espera y que inmediatamente piensa: “Imposible, este tipo no se puede ir.” Pasan los minutos, me llaman, se confirma. Se nos fue un tipazo, y un artista fundamental de nuestro país.
Y uno, que seguía la obra de Caloi como quien también mira la tele, desayuna o corta el pasto, se detiene. Algo se salió de lugar. Años de seguir páginas dominicales y tiras. Recuerdos de esa maravilla que fue Caloi en su tinta, que transmitía un amor por el dibujo y por la animación con una humildad poco común entre los egos artísticos. El que hacía todo eso, se fue.
Entonces, inevitable, me puse a pensar desde cuándo había empezado a leer a Caloi. Y no me acordé. Lo que sí recordé fueron las canciones de Clemente que repetíamos en los recreos de la escuela, y de las veces que intenté adivinar qué tipo animal era ese Clemente (al final parece que era una aceituna), y de esas páginas con chistes de fútbol o tangueros, que de chico no entendía. Esos arqueros con gorrita o los futbolistas petisos que parecían venir de bajarse unos ravioles con vino y fumarse un pucho antes de jugar. Cuando me empecé a interesar por la historieta también empecé a leer los nombres de las personas que las hacían. Pero en los primeros años, de lector puro, era un detalle. Lo importante eran las tiras, los chistes, las páginas, los cantitos de tablón. Hoy se nos fue un historietista de esos que hay pocos, de los que uno primero recuerda su obra. Un tipo popular de verdad. Un inequívoco signo de los grandes.
EL homenaje dibujado:
Por: INFOnews
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