En toda ciudad existen personajes que a lo largo de su vida se van ganando un espacio dentro de la historia, no por sus cualidades o logros, sino porque tienen ese don inexplicable de ser populares, carismáticos, queridos. Forman parte del acerbo cultural de la comunidad y el anecdotario colectivo.
Carlos Juárez, tiene 45 años, su trabajo es abrir la puerta de los remis en la terminal de ómnibus. Todos lo conocen a “Carlitos”, que a pesar de su adicción a la bebida y su miseria extrema está siempre sonriente, feliz. No molesta a nadie y tampoco pide nada, solo vive de lo que la buena gente le da, pero no siempre hay buena gente. El vivía en un galponcito de 2 X 2.5 del ferrocarril, al lado de las vías y no molestaba a nadie. Una persona le destrozó las paredes para que se vaya de ahí.
Los remiseros de la terminal le dieron por un tiempo un lugar y actualmente vive debajo de un árbol en una improvisada carpa.
Para peor de males hace un par de noches lo asaltaron, lo golpearon y le robaron 40 pesos.
“Me los hubieran pedido y yo se los daba la plata, no tenían porque pegarme”. Nos decía Carlitos esta mañana entre lágrimas.
“Le hago un pedido señor, si me pueden conseguir una casita antes del invierno porque estoy viviendo en una carpa”
Realmente en las condiciones que vive Juárez son indignas y de una pobreza extrema.
Nadie puede permitir esto. Dónde está acción social? Los funcionarios? La sociedad?
Pareciera que la indiferencia está a la orden del día.
O la ignorancia y el individualismo ganan tanto espacio que se llega a esto?
Solamente con observar las imágenes, da vergüenza ajena el padecimiento y el abandono de este ser humano.
El pedido de Carlos Juárez es simple como él, un techo para vivir.
Algunos vecinos estarían dispuestos a colaborar donando materiales para que este querido personaje resuelva su problema habitacional.
Pero es imperioso un pedazo de tierra, para construirle una pieza, aunque sea.
Carlitos el abre puertas, el que anima todas las fiestas populares con su presencia, nos necesita.
Podremos tenderle una mano?
Solamente la solidaridad ayudaría a Carlitos a pasar un invierno menos crudo, porque parece que a quienes les corresponde atender estos casos están mirándose el ombligo.
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