
Por Miguel Díaz- Prensa Obrera
Este jueves 11 se dió a conocer la existencia de cinco casos positivos más de Covid-19 en Toyota, que totalizan siete si sumamos uno reciente y al primer confirmado, apenas un día después de la visita del presidente Alberto Fernández a la automotriz japonesa radicada en la localidad bonaerense de Zarate.
El 18 de mayo, Toyota reinició sus actividades sorteando las débiles restricciones del decreto de cuarentena y ubicándose como empresa exceptuada, por lo que se elaboró un protocolo, del cual se decía que era de lo mejor en la industria zonal.
La presentación con bombos y platillos de este protocolo, y la parafernalia montada en las porterías de ingreso, no solo no fueron suficientes para prevenir, sino que quedó demostrado que estos procedimientos, al igual que en el resto de la industria, solo se han elaborado para poder iniciar la producción, con la consecuente exposición sobre los trabajadores.
Al día siguiente de la visita presidencial se confirmó el primer caso positivo Covid-19 en Toyota, de un operario que se desempeña en el sector de motores. La dirección del Smata (sindicato de metalmecánicos), que había anunciado que se pararía la producción ante el primer caso, cumplió a medias con lo dicho y solo se aislaron los compañeros de los trabajadores contagiados, activando un “back up” con los suspendidos que se encontraban en espera de ser convocados.
El protocolo ante el hecho fue, simplemente, desinfectar la línea en cuestión, sin detener la producción.
El 27 de mayo, Alberto Fernandez visitó la planta de Toyota en Zárate junto con el gobernador Axel Kicillof, avalando la habilitación de las automotrices y en especial la marca japonesa, que no brindan ningún servicio esencial.
La flexibilización sobre ruedas
El mismo día de la recorrida del presidente por la fábrica, cuadrillas reducidas de cinco compañeros realizaban tareas de limpieza, que fueron reasignados a esas funciones con personal proveniente de sectores parados para “evitar” las suspensiones y mantener los puestos de trabajo.
En la primer semana de junio, en las charlas de cinco minutos que dan los supervisores por cuestiones relacionadas a seguridad o calidad, se da lectura a una nota que semanalmente escribe el director de planta, en la que se mencionaba la visita de los mandatarios y el reconocimiento de ambos al protocolo que Toyota había elaborado para la prevención del coronavirus. En la misma semana, la empresa da a conocer un plan de “8 sábados”, en los que se trabajará a pesar de un régimen reducido, hoy por hoy, a un turno de lunes a viernes.
Este plan de 8 sábados, a iniciar en esa misma semana, comprende cuatro jornadas para “devolver” horas del banco de horas que el convenio Toyota-Smata tiene en su haber y que corresponderían a las licencias por la cuarentena. La otra mitad de este plan de 8 sábados, correspondería a extras.
El motivo, o excusa, para este plan, y a pesar de la reducción del 50% de la industria automotriz y sus correspondientes ventas, es cumplir con pedidos y operaciones ya contraídas por la empresa.
En simultáneo a estos acontecimientos, la comisión interna del Smata Toyota dio a conocer un pedido de un bono extraordinario de $45.000, que estaría prácticamente acordado, pero, siempre hay un pero: este premio solo lo cobrarían quienes cumplan con al menos cuatro de los ocho sábados, quedando fuera del alcance quienes no lleguen a ese mínimo y los trabajadores suspendidos o con alguna licencia.
Toyota no escapa a la reforma laboral de hecho
Tal como ocurre en Siderca, y otros gigantes industriales, la crisis ocasionada por la irrupción del coronavirus ha servido como autopista para desplegar un plan ajustador sobre los trabajadores, que pretende barrer con conquistas históricas y obtener la destrucción del convenio. Con la industria automotriz al 50% y con mayoría del personal suspendido, la reactivación de Toyota en plena pandemia apunta a una reducción de personal con la consiguiente sobrecarga y flexibilización para los que mantengan su puesto de trabajo.
Como es habitual, los principales perjudicados serán los contratados, pero no hay que descartar un plan de retiros voluntarios, particularmente apuntando a quienes por diferentes dolencias, ocasionadas por las tareas altamente repetitivas, esperan reubicación en sus casas. Sabido es que en cualquier empresa estos “gastos” quieren ser eliminados a expensas de las ART y sus limitaciones cada vez más severas.
También en Toyota es necesaria una comisión de seguridad e higiene, compuesta por trabajadores, que evalúe y pongan en pie un protocolo que cuide la integridad de cada compañero.
La reforma laboral de hecho, que se impone también aquí, debe ser enfrentada superando la innegable colaboración de la dirección sindical burocrática que permite flexibilizaciones como el banco de horas o la negociación de premios y salario con referencias al trabajo a destajo y que solo alcanzan a una parte del plantel de obreros.
Los trabajadores de Toyota necesitan organizarse independientemente de su conducción, que acompaña las medidas de la empresa. Por una comisión obrera de seguridad; por la reapertura de paritarias y premios para todos los trabajadores sin estar atados a objetivos de producción; por el pase a planta de los contratados; ninguna suspensión, ningún despido; reparto de horas de trabajo sin pérdida de salario. Luchemos contra la reforma laboral flexibilizadora.
Comentarios de Facebook