“La melancolía es la alegría de estar triste”
– Víctor Hugo-
Los domingos en Capital suelen traer melancolía. Más para quienes no somos nativos de la Gran Ciudad. Y si a esto le sumamos soledades nos da un coctel, que según como venga uno, se puede digerir o no. En mi caso me había asaltado una sensación de angustia que se incorporaba como ingrediente a lo anterior. Volvía de trabajar. Eran las seis de la tarde más o menos, mi viaje en colectivo lo acompañe con música proveniente de mi celular. La selección de temas del aleatorio estaba a tono con los sentimientos de angustia y melancolía y por si fuera poco los alimentaba.
Baje del colectivo y camine hasta mi casa. Decidí no bordear la plaza Almagro sino cruzarla. Lo hice no solo para acortar camino sino también atraído por la música que venía del centro.
Trajes color bordo y blanco, galeras, lentejuelas, banderas que flameaban, estandartes, bombos, platillos, redoblantes y hasta una trompeta acompañan a un grupo de personas de variada edad que gira en el centro de la plaza, alrededor del mástil. Es difícil identificar quien va a delante de quien. Los que bailan preceden a los que tocan o es al revés, no se sabe. Una madre le alcanza un bidón de agua a una de las chicas que sin parar de moverse bebe un poco y se lo pasa a sus compañeras.
Son los últimos días de febrero y con él se están yendo los últimos días de carnaval. Esta fiesta popular que en sus inicios se planteaba como posibilidad de invertir los roles, jugar a ser otros. Al menos por esos días. Esta era la regla número uno, pero iba a acompañada de otra que era el exceso. Esto se daba así porque en sus inicios el carnaval tenía lugar en los días previos a la Cuaresma, tiempo de ayuno y abstinencia. Hoy esta fiesta popular se celebra todo febrero como despidiendo el tiempo de vacaciones de ocio, de excesos.
No había lugar para tristezas, al menos en esa manzana que ocupa la Plaza Almagro. Es carnaval, no hay espacio para las tristezas. No digo que ellos que allí estaban no las tuvieran pero parece que todas habían quedado afuera. Que habían sido abandonadas en algunas de las calles circundantes. Porque todos guardamos algo-como dice la canción de los Cadillacs- “cosas tan duras que nadie puede decir” y vamos “caminando como en una procesión de gente muda que no tiene corazón”.
Agradecí estar ahí. Agradecí poder compartir con tantos lo poco y lo mucho que significo ese momento. Ese incansable golpeteo de bombos y platillos. Lo agradecí, lo hice con lágrimas en los ojos. Me fui conmovido. Llegaba de trabajar. No se aún por qué pero estaba angustiado, muy angustiado. Y digo estaba porque esos sentimientos quedaron suspendidos. No hay lugar para tristezas. Afuera y por un ratito adentro también es carnaval. “Por que será que te quedas adentro, no te quedes que allá afuera es carnaval… Carnaval toda la vida…si no hay galope se nos para el corazón”.
Julián Villanueva
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