Por Inambú Carrasquero – Visto y considerando que, Dios mediante, para el mes de Octubre los argentinos acudiremos una vez más al venerado cuarto oscuro donde, entre solemnes, nerviosos y dubitativos, haremos uso del sagrado derecho que nos reserva nuestra Constitución Nacional: expresarnos mediante el voto, sería bueno y conveniente que en estos meses previos, llevemos a cabo una suerte de preparación espiritual y física, a los fines de llegar a esa augusta instancia en un razonable estado de equilibrio emocional, para no tener que lamentar indeseables frustraciones o irreparables desquicios.
Tal vez sea la hora de incursionar en métodos o disciplinas consideradas más de una vez pero largamente postergadas por hache o por be. Es el momento de decidirnos para no encontrarnos en las vísperas del comicio, desbordados por la ansiedad, el pánico o la paranoia. Estoy pensando en alguna disciplina oriental que nos instruya y nos entrene para alcanzar los beneficios de la meditación y el control mental, por ejemplo, el Yoga; sería cuestión de que cada uno busque lo que le siente mejor.
Es que a ningún argentino medianamente observador se le puede escapar que, desde hace ya unas semanas, se viene enrareciendo el clima político en todos los niveles, de un modo tal que resulta lógico esperar que con el paso de los días esto vaya in crescendo hasta desembocar en un inmanejable caos o en una, menos inmanejable todavía, bolsa de gatos. Convengamos que estamos asistiendo a sorprendentes espectáculos protagonizados febrilmente por políticos, candidatos, funcionarios y aspirantes de todo pelaje y no es antojadizo ni exagerado pensar que de aquí a Octubre nos espera mucho por presenciar y por sorprendernos.
Verdad es, que todos hemos advertido ya las nerviosas y enloquecidas gambetas que vienen ensayando los postulantes confesos, los timoratos, los audaces, los camuflados, los acechantes y los propiciantes. Todos han salido al ruedo con ansia incontenible buscando acaparar aliados, socios, amigos, compinches, cómplices o lo que sea, la premisa es quien consigue aliados más encumbrados y, por carácter transitivo, más votos potenciales.
Al grito desesperado de “¡aliate conmigo!”, no importa quien y como, se encuentran todos expectantes y receptivos, y así, los que antes eran agua y aceite, hoy están dispuestos a integrar la misma ensalada.
Pero, cómo?, ¿fulanito con fulanito?, Si, por qué no?. Lo que verdaderamente importa es el caudal de votos que pueda aportar como dote cada uno, total, si a los políticos hay algo que no les falta, son argumentos para explicar lo inexplicable y para justificar lo injustificable. ¿Acaso la política no es el arte de lo posible?.
Las llamadas “Alianzas” que antes eran, además de poco usuales, la unión natural de fuerzas que provenían de una raíz común o por lo menos, la expresión de filosofías no antagónicas, hoy se han convertido en el curro obligado de quienes quieren participar en la competencia con alguna perspectiva de éxito.
Hoy por hoy, ningún candidato ni partido recula ante el desparpajo y tampoco nadie cree en aquello de que se vuelve de cualquier parte, menos del ridículo; los argentinos hemos ido tan lejos con nuestra audacia que hasta vaciamos de contenido a este antiguo y venerado enunciado.
Los folclóricos carteles con la caripela sonriente de los postulantes con los que se pegoteaban todas las ciudades, todavía no aparecen, y es entendible, ningún aspirante sabe si va, de qué va y con quién va; ni siquiera puede acertar el nombre que terminará identificando a la fuerza que lo apoyará. Todo depende de la alianza, grupo, cofradía o rejuntado que logre integrar.
Legendarios y tradicionales partidos han tirado, junto con la chancleta, la conducta y la historia de años en la avarienta e indecente carrera que ya se ha iniciado y en la que todo vale, hasta lo que da vergüenza ajena.
Aquel primitivo, testarudo y anacrónico partido político que insista en presentar sus candidatos manteniendo sus propuestas y formato tradicional, se expone a la más ignominiosa derrota, por no inscribirse en la moderna y evolucionada tendencia de la política actual.
En fin, me atrevo a afirmar que asistiremos a toda clase de demostraciones que agotarán nuestra capacidad de asombro. Escuché ya hace muchos años decir que para dedicarse a la política hay que tener estómago y los políticos están demostrando que lo tienen y blindado. Mi angustiante duda y mi temor es que nosotros los ciudadanos, simples e inocentes espectadores, también lo tengamos. Por eso, nada más que por eso, creo que deberíamos prepararnos para resistirlo.
Inambú Carrasquero
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