El asesinato de Lucas Rotela, nueva muerte que enluta nuestra ciudad, hace que la misma se vaya haciendo cada vez más conocida a través de los medios de comunicación nacionales por reclamos de justicia, puebladas y funcionarios corruptos, que (como debería ser) por el arte, la música , la poesía o las bondades de sus paisajes litoraleños.
Una muerte joven mas, que está llamada a tener profundas consecuencias porque el umbral de tolerancia de nuestra sociedad a la muerte joven es cada vez más bajo, sin distinción de partidos o tendencias. Tal aversión obedece tanto a hechos históricos, tal como la muerte de jóvenes trabajadores y estudiantes en épocas de la dictadura militar; los imprudentes siniestros producto de la corrupción y la falta de controles (Cromañón, accidentes de tránsito, etc.) como así también los aberrantes y recientes asesinatos efectuados por la llamada policía de gatillo fácil en los últimos tramos de la historia argentina.
Hoy Lucas. Hace menos de un año, Giuliana y Miguel.
Otra vez estamos en una situación similar: con familiares llenos de dolor, ciudadanos sin respuestas, con funcionarios responsables del gobierno que ensayan respuestas insuficientes, con promesas vacías y una realidad que siempre golpea ferozmente en los mismos sectores: los jóvenes, los trabajadores, los pobres…
Las similitudes en los hechos del 21/03/2010 y el de este fin de semana, son notorias:
• Las víctimas son jóvenes inocentes,
• Los involucrados son funcionarios policiales y/o comunales
• La impericia, la ineficacia y la falta de soluciones de los funcionarios de la administración son notorias
• El municipio si no encubre, cuando menos no resuelve , no controla y no previene.
Más allá de las similitudes de los hechos en cuestión, lo que es indudable, es que desde la muerte de Miguel y Giuliana, y de la fabulosa pueblada que siguió a aquellos acontecimientos, cuasi destitución del intendente inclusive, el consenso político y social de Carossi se desdibujó absolutamente.
Pero lo cierto, es que estamos peor que antes. Las respuestas que ahora ensaya el ejecutivo comunal, ya no convencen a nadie. Suenan falsas, mentirosas, improvisadas.
Pero eso sí: el pueblo cambió: ahora nadie quemó el edificio municipal. El pueblo ha mejorado su conducta, el intendente no. Sigue sin dar respuesta a los mismos problemas que nos aquejaban un año antes: improvisación en el control comunal y la seguridad, y falta de liderazgo en la planificación operativa del municipio.
Quizá debamos reconocerle al intendente algunos reflejos: esta vez puso 3 transportes de la guardia de infantería apostada en el edificio del correo, estratégicamente dispuesta para “controlar” la posible furia popular.
No está mal, claro, nosotros también queremos cuidar el patrimonio municipal. Pero también nos hubiera gustado ver al gobierno municipal, al lado de la comunidad fomentando la educación vial y los programas de formación ciudadana, o eligiendo bien a los integrantes de la fuerza de seguridad comunal encargados de controlarnos.
Porque lo que está claro es que la policía y su actuación dentro de la comunidad local, no son ajenas a la gestión del municipio. Ni en Baradero, ni en Ushuaia ni en La Quiaca.
Por eso creemos que estos hechos son un desenlace o una continuidad de los acontecimientos de marzo del 2010.
Si uno hace un recopilatorio con algunas de las víctimas más resonantes de nuestras fuerzas de seguridad «al servicio de la comunidad, podrá ver que a los Walter Bulacio en el 91, Miguel Bru en el 93, Sebastián Bordón en el 97; «el Frente» Vital en el 99; Christian los «Pibes de Floresta» en el 2001; Andrea Viera y Ezequiel Demonty en el 2002; Diego Gallardo y Camila Arjona en el 2005.
Ahora engrosa tristemente la lista antes mencionada , en el 2011, el nombre de una figura autóctona: Lucas.
Este gobierno nacional de la actualidad y el anterior, atentos a la sensibilidad colectiva, adoptaron como uno de los rasgos centrales de su identidad, la decisión de no reprimir la protesta en el espacio público, que los diferencia de todas las administraciones precedentes y de las ofertas electorales de quienes aspiran a sustituirlos. En ese contexto es inevitable ver como nuestro gobierno municipal, que se dice seguidor de los lineamientos de la presidenta Cristina, no ha tomado en casos de seguridad acciones concretas, tanto en los hechos luctuosos de marzo del 2010 como en los actuales.
Porque estas cuestiones golpean por igual al conurbano que a regiones como la nuestra, pero debemos tener las herramientas y las políticas desde la gestión, para evitarlas o disminuirlas.
Como sigue esta historia… necesitaremos esperar nuevas muertes o comenzaremos a gestionar con la responsabilidad necesaria? Ojala no sea esta una nueva crónica de muertes anunciadas.
Marcelo Elmer
M. Adela Monfasani
Silvio Mazzarella
Esteban Graragiola
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