Por David Arébalo
“Cuando yo era chica esta posibilidad no existía” Dice María Rosa Elena mientras se le dibuja una sonrisa en la boca y repasa la lista de lo qué hay qué comprar para realizarles un desayuno a los flamantes estudiantes de sexto año de la escuela secundaria “Ana María Ares” de Villa Alsina. La preceptora a cargo del curso, toma el UPD con el compromiso de generales un momento de homenaje para quienes comienzan a transitar su último año escolar: “hagamos qué rompan un afiche para entrar” se dice con estudiamos en las jornadas docentes para armar el evento, mientras las tareas se reparten para lograr el objetivo: “Ceci Zerpa dijo qué ella daba una mano en la deco”, “Yo me encargo de hacer las compras” dice otro docente, mientras la bibliotecaria recauda el dinero qué pone cada “profe” para armar la famosa “vaquita” y comprar espumas, jugos y el armado de los cupcakes qué va a preparar Valeria Ovejero, la auxiliar del turno.
Los/as chicos/as se juntan la noche anterior con vestimenta rasgada y tenida para la ocasión con costuras de lentejuelas, decoran anteojos de sol con frase, se colocan glitter en el rostro y escriben carteles y banderas con leyendas: “Sin darme cuenta ya me estaba abrazando esta locura #22” Todos/as bailan, cantan y ríen en una unidad grupal para comenzar el fin de la educación obligatoria. Aún no lo saben con certeza, pero se comienza tramitar un duelo adolescente, todo se gana al crecer y su vez se pierde el dulce apaño de “Los chicos son así”. El último primer día de los/as estudiantes del secundario es un evento qué tiene origen en la década del 2010 en San Juan y Mendoza y la multiplicación de las redes sociales hicieron qué se exportará a la capital y así sucesivamente al resto del país.
Mientras la fábrica de Ingredion hacen sonar la sirena para marcar el horario de la 7, el personal de la escuela ingresa para ultimar detalles en el salón de usos múltiples de la escuela y prepara sandwichito calentitos con las correspondientes facturas. Todo queda impecable, cada cual cumple una función y se espera con entusiasmo la venida de una nueva promoción. La calle silenciosa de la Villa, comienzan a despertar al ritmo del tambor y los cantos a coro de los pibes qué quieren ingresar a la escuela y mostrarse ante los demás su liderazgo como los más grandes. Se forman y con una palabras emotivas, rompen los afiches al ritmo de la música “Promo 22”.
Luego de dos años escolares complicados por la pandemia y con esquemas de cursadas restringidas de la presencialidad, celebrar en la escuela es el acto político más trascendental de saber qué estamos vivos, y qué nada reemplaza el cuidado amoroso de un plantel docente qué desea qué sus estudiantes se formen con conocimientos pero siempre siendo sujetos de la alegría de estar aquí y ahora.
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