
Hoy ni siquiera es posible encontrar una sola hoja del periódico El Silfo. Pacientes coleccionistas locales intentaron hallar un ejemplar, pero sus esfuerzos fueron en vano. Sin embargo, muchos años atrás, el misterioso periódico era conocido por toda la población y sus “noticias” se comentaban durante días.
El Silfo consistía en apenas una hoja impresa repartida de manera furtiva, ya que los vecinos lo hallaban por las mañanas luego de que algún desconocido la deslizara por debajo de la puerta de calle. La hoja hablaba sólo de chismorreos: tenía, por ejemplo, una sección llamada Siluetas, donde un hábil artista dibujaba nada más que los contornos de una pareja que, se suponía, estaba iniciando una relación sentimental.
Nunca se supo quién lo editaba o distribuía, y así como apareció también se esfumó sin dejar rastros.
Por largos años, la familia Mata fue dueña de un almacén y ferretería ubicada en la esquina de Anchorena y Rodríguez, o sea frente a la Iglesia Parroquial y la Plaza Mitre; don Gabino Mata era el propietario, y tuvo el empeño de hacer profesionales a todos sus hijos: Antonio y Alberto fueron médicos, Enrique bioquímico y farmacéutico, y Alfredo odontólogo. Una anécdota de la época se refiere al empleado del negocio de Mata, que ingresó como cadete y luego se jubiló allí mismo; a los pocos días de haber ingresado a la nómina de retirados, el empleado fue a pasear una semana a Buenos Aires, una rareza en esa época, digna de inscribirse entre las curiosidades del pueblo. A su regreso, el jubilado paseandero apareció en la Plaza Mitre y fue abordado por conocidos y amigos que lo rodeaban para escuchar sus relatos acerca de las “maravillas” que había conocido en la gran urbe; mientras daban la vuelta manzana, al llegar a la cuadra de la plaza que desembocaba frente al comercio de Mata, el jubilado detuvo su andar, miró fijamente el frente del comercio, y preguntó a sus acompañantes: “¿Ese negocio de la esquina es el de Mata?”. Al parecer, en aquellos tiempos bastaba una semana de aires capitalinos para desencadenar una fuerte amnesia.
De los Mata, el primero en recibirse de médico fue Antonio, conocido por todos sus amigos y allegados como “Nito”. Por supuesto, El Silfo no dejó pasar la noticia de la graduación, y lo hizo a su manera, con una ingeniosa estrofa de cuatro versos:
Hay en esta vecindad
cierto médico poeta,
cuando firma su receta
pone “mata” ¡y es verdad!
Gabriel Moretti
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