
En más de una oportunidad se han relatado anécdotas que tuvieron como principal protagonista a Eduardo “El Gordo” Giles, a quien se lo llamó “el hombre que no tuvo infancia”, al igual que “Don Fulgencio”, recordado personaje de Lino Palacios.
“El Gordo” se había encargado durante algunos meses de difundir por todo el pueblo una particular historia. Aseguraba poseer en su chacra un ganso que había aprendido a hablar; daba a conocer la novedad con tanta firmeza que logró despertar la intriga de varios pobladores, aunque Giles siempre despertaba sospechas.
Un vecino de Baradero tenía que hacerle una visita por cuestiones personales, y entonces decidió aprovechar la ocasión para develar el misterio. Tomó su camioneta, y junto a un amigo se dirigió hasta el campito que Giles tenía a un costado de la Ruta Provincial Nº 41; a poco de llegar, tras los saludos formales, dueño de casa y visitas iniciaron una conversación que trataba de ciertas cuestiones comerciales. Cuando esa charla estaba prácticamente concluida, uno de los visitantes preguntó: “Gordo, ¿usted siempre tiene ese ganso que habla?»; “Sí, cómo no, espere que lo llamo”; Giles se dirigió hacia los fondos de su casa y, una vez recorrido un trecho, elevó la voz para llamar al ave por el nombre que le había elegido: “Sofanor, Sofanor”. Con andar bamboleante, propio de su especie, el ganso se aproximó y se limitó a decir. “cua, cuá, cuá, cuá”. De inmediato, “El Gordo” miró a los demás y dijo: “¿Ven?, ahí dijo vinieron visitas”. El ganso, por supuesto, hablaba en su idioma, y Giles era su único traductor oficial.
Gabriel Moretti
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