Por Inambú Carrasquero – Sin duda, los Baraderenses estamos atravesando tiempos difíciles. Deberíamos empezar por preguntarnos si somos concientes de ello y luego, si es razonable que sigamos tan indolentes como si aquí no pasara nada.
Creo que ante los increíbles desaciertos de la dirigencia local, cuyas manifestaciones no dejan de asombrarnos día a día, la reacción de la población sigue sin aparecer. La gran mayoría, permanece impasible, como si se empecinara en no demostrar de ningún modo, que juicio le merece el desquiciado rumbo que hemos tomado, o aunque sea, de que lado toma partido; otra franja, evidentemente, una triste minoría, que por el barullo que hace y ante la falta de contraste, parece más numerosa de lo que es, permanece obstinadamente al pié del cañón, defendiendo lo indefendible, atacando a tientas y a ciegas y disparando a todo lo que se mueva, sembrando maledicencia, dudas y discordia, embarrando lo que está limpio, de manera que todo parezca lo mismo y no se noten las diferencias. Queda y no quiero dejar de mencionar, un puñado de militantes de la esperanza, que, aunque malheridos y vilipendiados, arremeten en medio de la indiferencia de este pueblo, exponiéndose y resistiéndose a la idea de que el sueño de vivir en una ciudad mejor, se diluya en la espesa niebla de la sinrazón. Son pocos pero el mayor mérito que tienen es continuar, cada uno desde su lugar tratando de estimular las reservas morales de esta ciudad tan difícil de movilizar; a modo de ejemplo, recordemos la lucha que encabezó Rody Marzano, en ocasión de la facturación abusiva por parte de EDEN, convirtiéndose en dirigente de manera espontánea y ocupando el vacío que dejó la “dirigencia política” que, curiosamente, solo sabe ofrecer soluciones durante las campañas preelectorales.
Pero si a este pequeño grupo que, lúcidamente, se resiste a consentir que la estupidez y la soberbia concreten el descuartizamiento de nuestra ciudad, no se suman los que pasivamente observan la situación como espectadores aburridos ante una obra que no entienden, difícilmente aparezca una alternativa menos frustrante que nos permita eliminar tantos y tan numerosos obstáculos.
La realidad se encargó de demostrarnos que el punto al que una sociedad puede descender es totalmente imprevisible. Creo que nadie, a principio de este año, pensó que se darían en Baradero, los hechos que todos conocemos; muchos pensamos que, justamente, por su gravedad, esos acontecimientos traerían aparejado algo positivo: provocarían un proceso de reflexión, una toma conciencia en las autoridades, oposición y población y surgiría una nueva dinámica, donde todos los sectores de la comunidad, comenzaran a demostrar, con un radical cambio de actitud, el convencimiento de que la reconstrucción de la ciudad, debe ser llevada a cabo entre todos.
Nada de eso ha sucedido. Pareciera que hemos estado dando vueltas en redondo, como un perro ciego que no encuentra la cucha, y mucho peor, después que todos, como integrantes de una sociedad que ha cruzado el límite de ver arder sus edificios públicos y a sus autoridades reaccionando con total falta de pericia, hoy vemos que se va consolidando fatalmente la nociva tendencia en la modalidad de la conducción; la falta de respeto de nuestro intendente hacia la dignidad de su función y hacia todos y cada uno de nosotros, los habitantes, no es fruto de mi visión antojadiza, sino la más rigurosa y triste realidad.
En los días inmediatamente posteriores al 21 de Marzo, pudimos ver, como el jefe del ejecutivo, a medida que pasaba el tiempo, lejos de pensar en una renuncia, tampoco pensaba en un nuevo posicionamiento frente a la sociedad, intentando recomponer la agotada relación con sus gobernados; evidentemente no tuvo ni tiene capacidad ni voluntad para efectuar una inteligente lectura de los hechos que le permitan reubicarse en su función de una manera nueva, creativa y capaz de articularse con la inusitada y saludable energía de todo el pueblo, que seguramente, con euforia y renovadas expectativas, se sumaría e impulsaría un esperanzador proyecto para beneficio de todos.
Pero, como dije, seguimos dando vueltas en redondo. Poniendo de manifiesto la más completa ausencia de equilibrio y coherencia, nuestro jefe comunal, innecesaria e inexplicablemente, proclamó a los cuatro vientos, su lamentable e inconsistente “moral democrática”, al asumir la repugnante e increíble defensa del ilustre represor local, acusado de participar en secuestros de ciudadanos, que aún hoy continúan desaparecidos. Seguramente, este personaje, que siente el aliento de la justicia en la nuca, exigió a su amigo el intendente, quien no mide las consecuencias de sus actos, le exprese incondicional y públicamente su apoyo, quizá creyendo, que a la hora de la verdad, le servirá para algo.
Como muestra de la irremediable falta de inteligencia y de los poco edificantes sentimientos que lo animan, nuestro primer mandatario se permitió la innecesaria e injustificable actitud patotera y pendenciera de faltar el respeto, airadamente y en público, a trabajadores de prensa que no hacían otra cosa, que cumplir con su tarea. En medio de un deslucido e inútil rosario de actos políticos, donde la escasa adhesión que pudo comprobar, fue la patética presencia de los obsecuentes de siempre, exhibió su carencia de “cintura política” sembrando más tempestades, gratuitamente, como si no hubiéramos tenido suficientes.
Faltaba otra provocación?; para que no nos quejemos, la tuvimos y de lujo: el controvertido ex jefe de inspectores y superpolifuncional Pablo Scarfoni, viajó a la fiscalía Nro. 5 de San Pedro a efectuar su declaración, ostentosamente avalado por nuestro intendente, que le proporcionó el auto oficial con chofer y todo. ¿Alguien tiene algo para decir?, que hable ahora o calle para siempre.
Parece mentira, que a la rígida y puntillosa moral de esta ciudad, que es capaz de escandalizarse por un seudónimo, no se le revuelvan las tripas, cuando le revolean por la cara burlas como estas, que son la manifestación clarísima de que la impunidad cunde y de que aquí nadie, ni siquiera piensa, en cambiar de actitud.
Daniel, el terrible, Aldo, el que se las aguanta y Pablo, el resucitado, son la muestra triste y patética que confirma, que desde hace mucho tiempo, lo único que hacemos, es dar vueltas en redondo.
Sigamos rascándonos la panza tranquilamente y ya que estamos, echémonos una siestita; tal vez, con suerte y viento a favor, caiga alguien de afuera y nos arregle este estofado.
Inambú Carrasquero
Foto: lanoticia1.com
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