Por Sebastián Delasala -Sabía que en algún lugar de Baradero había un Hogar del Niño, pero no sabía nada más. Hace un tiempo, mi vieja empezó a trabajar en él. Un día en un almuerzo le pregunté cómo le iba en el nuevo trabajo, fue una pregunta casual, como para charlar algo. Nunca esperé escuchar historias de tanta necesidad y tristeza. Me contó que a uno se le escapaba alguna palabrota de vez en cuando pero que era “más bueno que no sé qué”. Otro que ya cumplía 18 años y ya tenía que dejar el hogar por ser mayor. Que tres hermanitos habían llegado una noche. Que otro se doblaba la ropa muy prolijamente y que otro tiraba todo así nomás. Una nena que siempre estaba muy arregladita y se cuidaba de estarlo. Otra que anda noviando. Que van a las escuelas de Baradero donde se juntan con chicos que quizás tuvieron más suerte que ellos. Me conto muchas historias y travesuras.
Y después…me conto sobre los grandes, padres y madres que abandonan a sus hijos y nunca más los ven, historias de maltratos, abusos y muchas otras cosas más que uno ni se imagina.
Mi primer pensamiento fue de asombro, me di cuenta que no sabía nada de esos chicos, o sea ¿cómo explicarlo? No podía entender que esos nenes estén ahí en muchos casos porque los abandonaron o sufrieron alguna tragedia familiar. Y no podía entender que yo no supiera nada de ese lugar ¡en Baradero! Dónde siempre nos jactamos de que “acá nos conocemos todos”…yo no conocía a esos pibitos.
¿Y nadie los visita? A veces sí, otros nenes van ellos acompañados por una “seño” a visitar a sus parientes, pero muchos de ellos están solos, aunque por suerte también hay personas que se ofrecen de corazón y van a visitarlos o se los llevan a la casa. El personal del lugar también a veces se llevan los chicos a sus casas, se hace lo que se puede, pero claro, nunca es suficiente. Tienen una necesidad de amor tan grande que parece que nada alcanza…
¿Pero vieja, cualquier persona puede ir a dar una mano? Si hijo, cualquier persona y también pueden adoptarlos. Yo no salía de mi asombro, no sabía, simplemente no sabía nada…
-Andá un día hijo, vas a ver que se ponen re contentos-
Me quedé un tiempo pensando en eso ¿a qué iba a ir? Si no se hacer nada, no tengo hijos, no sabría que decir o que hacer. Sí, me quede unos días pensando…y pasaron unos meses.
Ayer viajé a Baradero, tenía franco en el trabajo y aproveché para visitar amigos. Le mandé un mensaje a mi vieja para ver si podía ir a verla, pero me dijo que estaba bastante ocupada con el trabajo y otras cosas. Así que supuse que la visita quedaría para el próximo día que es hoy.
Insisto nuevamente con los mensajes: “vieja ¿hoy estas?” Al cabo de unos minutos me llegaba su respuesta que decía: “estoy trabajando hasta tarde ¿Por qué no te venís al hogar?
La verdad que me tomó por sorpresa y se me vinieron todas esas historias tristes a la memoria nuevamente. Por un segundo casi que le digo que no, que se yo, la verdad me ponía nervioso la idea de estar en frente de tantos chicos con esas historias ¿Qué iba a hacer? ¿Qué les iba a decir? Pero bueno, por otro lado tenía ganas de conocer a esos pequeños valientes y también de ver a mi vieja, así que fui. Agarre las llaves del auto, mi cámara de fotos, respire hondo y salí. Cuando estaba frente al volante me di cuenta que ni siquiera sabía bien donde era el lugar, tuve que pedir indicaciones a mi mamá y así en unos minutos me encontraba en la puerta del establecimiento.
Cuando bajé del auto me asombró que no había ningún chico jugando, pensé que quizás estarían en la escuela o los llevaron de visita por ahí. Pregunté por Emi (mi vieja) y a los pocos minutos salía ella con un séquito de niños y niñas que venían a saludar. Casi no me dejaron ni hablar y en un momento me encontré dando besos a enanos y enanas por todos lados, llevando a alguno de la mano, otro que me invitaba a jugar a los videojuegos, otro que me preguntaba quién era, otro que me decía su nombre. Tantas caritas, tantas manitos…
Yo que antes no sabía que decirles o que hacer, me di cuenta que no tenía que hacer nada. Ellos solitos se encargaron de guiarme, ellos solitos se acercaron en busca de un abrazo, en busca de una mano que poder sostener.
Le pregunté a mi vieja si les podía sacar unas fotos, pidió permiso y dijeron que sí. No puedo explicar las caritas cuando saqué la cámara, todos querían ver, querían que les saque una foto y que después se las muestre a ver como habían salido.
-¡Vení, vení…sácame acá!-
-¿cómo se saca?-
-¿usted es fotógrafo?-
“Y yo que no sabía que iba a hacer o que iba a decir” Ahí estaba frente a todos esos ojitos con necesidad de cariño infinita haciéndolos reír, enseñándoles a sacar una foto, tomándolos de la mano o empujando una hamaca “fuerte hasta el cielo”. También recordé un truco de magia y no puedo creer, no puedo explicar, las caritas de asombro cuando hice desaparecer un papelito en mi codo y claro, como mal mago que soy, les enseñé el truco y todos copiando al detalle la técnica.
Ellos necesitan mucho cariño, pero esto no quiere decir que no puedan darlo. Me llevé muchos besos, muchas sonrisas, muchos abrazos y los tomé de la mano, eso me llamó la atención. En seguida quieren darte la mano, llevarte con ellos, buscar un sostén. La verdad es que fui con poco y me llevé mucho. Se me ocurrió que un lugar así, no debería estar casi a las orillas del pueblo, debería estar bien en el medio, bien cerca del corazón de todo Baradero.
Así que no tengan miedo en ir a preguntar si pueden visitar a los chicos. No se preocupen por lo que sepan hacer o deban decir, estas almitas les van a enseñar más de una lección de vida, se los aseguro.
Por Sebastián Delasala
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