Por Eduardo Médici – Infocielo
Hace 5 años, tras la contundente victoria en las elecciones y una experiencia traumática en “modo oposición”, el peronismo unificó bajo el sello Frente de Todos a las tribus que se habían dispersado desde 2013, con la fractura que significó el Frente Renovador, pero más especialmente desde 2015, con la llegada de María Eugenia Vidal al poder.
Fue un proceso largo que tuvo su período crítico en los primeros meses de 2016, cuando, acéfalos de conducción, un grupo de intendentes puso sus espadas legislativas al servicio del Gobierno PRO. Vidal comenzaba su gestión sin mayoría propia, pero dirigentes como Sergio Massa, Martín Insaurralde, Gustavo Menéndez y varios más se ocuparon de que no le hiciera falta.
Vidal consiguió aprobar leyes clave como la estructura del Gabinete, el Presupuesto y la Impositiva, que suelen facilitarse a un gobierno que da sus primeros pasos, pero también consolidó mayorías especiales, como las que habilitaron los sucesivos e irresponsables endeudamientos que obligaron a Axel Kicillof a caminar los primeros meses de su mandato al filo del default.
Gracias a los adalides de la realpolitik, Vidal nunca necesitó prorrogar un presupuesto ni firmar decretazos. Sin dificultades, logró apoyo para duplicar la deuda bonaerense en relación a su producto, instaló el Juego Online y la pandemia de ludopatía en todo el territorio bonaerense, sancionó una reforma de las jubilaciones del Banco Provincia que la Justicia luego tachó por inconstitucional, nombró a un procurador militante al frente del Ministerio Público y a un juez flojo de papeles en la Suprema Corte.
Ni siquiera se despeinó.
Sólo resistieron a esa agenda de reformas los legisladores del kirchnerismo duros, identificados por entonces con La Cámpora y con un puñado de intendentes como Jorge Ferraresi, Pablo Zurro y Mario Secco -que terminó con una causa penal por “resistir” en la Legislatura. De más está decir que perdieron como en la guerra. El resto “cobró” con obras y cargos los servicios prestados.
Amnistia y enroque
Como se adelantó algunos párrafos más arriba, en 2019, cerca del poder, esta diversidad de criterios del peronismo se unificó para gobernar la Provincia y el país bajo el signo del Frente de Todos. Traidores y leales perdonaron viejas ofensas y trabajaron juntos para sacar adelante los gobiernos de Alberto Fernández y de Axel Kicillof. Esa sinergia duró dos años.
El caso de Sergio Massa es notable. El hombre que rompió el FPV y que padeció la hostilidad camporista encontró en Kirchner junior un socio en el Congreso. Jugaron juntos en las postrimerías del macrismo y en los albores del albertismo. Construyeron una alianza por encima y a pesar de Kicillof en la Provincia. ¿A dónde quedó el grito de guerra que hablaba de «los traidores que se van con Massa»?
Algo más pasó entre 2021 y 2023. Hubo un enroque de lealtades. Por alguna razón incomprensible, Martín Insaurralde se convirtió en un aliado indispensable para Máximo Kirchner. Tal es así que Cristina Kirchner le hizo lugar en el gabinete de Axel Kicillof. El Gobernador, que jamás debió aceptar esa imposición, pagaría costo político dos años más tarde.
Los intendentes se pararon frente a la botonera del Estado bonaerense, apalancados en la rosca y en su supuesto conocimiento de la cosa provincial, pero los resultados fueron parecidos a los que obtenían los tecnócratas K. Los únicos que hablaron bien de Insaurralde y compañía fueron los opositores -los más amarillos- que, sin embargo, no dieron el brazo a torcer al momento de votar contra las leyes que pedía el Ejecutivo.
Dos años más tarde se dio vuelta la taba. El escándalo de Chocolate y el Yategate tienen las huellas del exintendente de Lomas de Zamora, a quien los Kirchner empujaron para Gobernador. De esto también se olvidan: Axel Kicillof se atornilló a su sillón y rechazó cafierizarse en una PASO presidencial y evitó así -¿sin quererlo?- una catástrofe electoral para el peronismo bonaerense.
Porque eso iba a pasar. El escándalo del yate tenía cuenta regresiva: debía estallar entre las primarias y las generales. Ya en junio circulaban rumores inconfesables sobre la figura de Insaurralde, que había quedado totalmente marginado en el cierre de listas, al punto que ni siquiera compitió para seguir siendo intendente de Lomas.
El escándalo estalló, pero no quebró la sociedad Kirchner-Insaurralde. Hoy, los traidores son los que se oponían a María Eugenia Vidal entre 2015 y 2019. Los Ferraresi, los Secco, los Larroque y los Kicillof. Los que levantaban la mano en la Legislatura son los que hoy blanden el dedo acusador. ¿Cuándo pasó todo esto? ¿Qué cambió? ¿Cuál es la naturaleza del enroque? Son algunas de las preguntas que Cristina y Máximo Kirchner deberían empezar a responder si es que de verdad aspiran a construir y a conducir una alternativa opositora a Javier Milei.
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