La pandemia la obligó a recluirse y dejar de asistir a los funerales. Eso la puso triste. Ya con tres dosis de la vacuna, se la puede ver nuevamente acercando sus condolencias en los momentos de mayor dolor

Solía vérsela en cada uno de los velorios de las figuras argentinas más reconocidas: con lluvia, truenos o sol, María Eleuteria Quiroz siempre estaba ahí. Pero un día, no se la vio más. Las especulaciones fueron muchas, hasta que reapareció la despedida de Gerardo Rozín. “No estuve yendo por el asunto de la pandemia, pero como ya tengo la tercera dosis, no tengo problema. Gracias a Dios, estoy bien”, le contó a Teleshow la mujer que hoy tiene 78 años y es oriunda de Perugorría, provincia de Corrientes. Y desde aquel día, volvió a dar el presente.

Aún hoy sigue lamentando haberse perdido algunos de los velorios que ocurrieron en el último tiempo. “Cuando murió la hermana de Mirtha (Goldie) no pude ir, lo mismo con Fontova Mauro Viale”, expresó afligida. Sin embargo, hizo algunas excepciones en el año en que comenzó a circular el coronavirus: particularmente, recuerda el de Diego Maradona. “Estaba a pocos metros de la puerta para entrar, pero hicieron lío y no pude”, recordó sobre los incidentes que se generaron aquel 25 de noviembre de 2020 cuando miles de fanáticos se enfurecieron por no poder ingresar a la Casa Rosada.

Mari, como la llaman cariñosamente, se mostró dolida por la muerte del conductor de La Peña de Morfi. “No quería dejar de despedirme de él, me duele muchísimo que se haya ido porque yo lo admiraba. Por su programa pasaban muchos artistas”, comentó conmovida aquel sábado 12 de marzo en el que familiares y colegas del productor de 51 años se acercaron hasta la cochería Caramuto, ubicada en la avenida Independencia del barrio porteño de Almagro, para darle el último adiós. En su remera, y a modo de homenaje, llevaba un recorte de diario con la foto de Rozín -tal como hace con cada figura que fallece-.

Afuera de la casa velatoria, cientos de periodistas esperaban los testimonios de los allegados, pero Mari fue la única persona ajena a su entorno que pudo ingresar a despedirlo: claro, todos ya la conocen. “Pasé, estuve con la familia y los saludé a todos”, dijo a la salida del lugar quien, además, confiesa que duerme con los auriculares puestos y la radio prendida para estar al día con las noticias fúnebres.

Estuvo presente en el último adiós de Jorge Porcel, Carlos Monzón, Jorge Guinzburg, Julio GrondonaJorge Ibáñez, Romina Yan, SandroMercedes Sosa, Raúl Alfonsín, Caloi, Irma Roy, Alfredo Alcón y Débora Pérez Volpin, entre muchos otros. “Siempre fue así, media loquita, de chica”, dice, con una sonrisa, sobre su costumbre de concurrir a las despedidas de los famosos.

“A lo mejor nací así… Hay personas a las que les gusta drogarse, a otras emborracharse y no saben por qué. Yo no hago nada de eso. Me gusta ir a los velorios y entierros, despedir a los muertos y acompañar a los familiares. Es simple”. Y es que para María Eleuteria, lo suyo nada tiene de extraño. Su gesto se encuentra desprovisto de todo morbo. Tan solo quiere presentarse allí, en ese momento de dolor. “Trato de no molestar, pero yo quiero estar. Soy una gran seguidora de los artistas y sufro mucho cuando se mueren o cuando les toca despedir a algún familiar”.

Comenzó con esta tradición a sus 18 años cuando murió el vecino que vivía a la vuelta de su casa en Curuzú Cuatiá. “No lo hago porque están las cámaras. Voy a respetar, a despedirlos -aclara-. También me acerco a los entierros cada vez que escucho que muere un policía”.

El primer velorio al que asistió en Buenos Aires, adonde se mudó en 1983, fue el de Irineo Leguisamo, el reconocido jockey que murió en diciembre de 1985. “No lo conocía mucho, pero me dijeron que era en el Club Hípico. Y fui”, señaló. “Soy soltera, no tengo marido ni hijos a quiénes darle ninguna explicación. Me entero que alguien murió, y voy”.

Otros hechos trágicos también la conmovieron. Por caso, cuando fue el atentado de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 no dudó en sumarse a la marcha que hubo en el Obelisco en homenaje a las víctimas. “Mis condolencias de la Argentina”, decía el cartel que Mari llevaba en sus manos. Y el 30 de diciembre de 2004 estuvo cuando ocurrió la tragedia de Cromañón“Ese Año Nuevo no lo pasé con nadie. Me quedé toda la noche junto a los chicos que murieron”.

Infobae

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