Esta frase es muy común escucharla y por alguna razón los poetas la utilizan a menudo, sí el amor es más fuerte y puede contra todos los males del planeta.
Hablar de amor y amistad cuando citamos la Guerra de Malvinas, parece imposible pero este domingo 2 de abril Baradero fue testigo de un momento conmovedor que tuvo como protagonistas a todos un grupo de Veteranos con su Teniente incluido y la baraderense por elección, Ayelen Vellano.
«Yaye» como la llaman sus conocidos, es hija de Sergio Fabián Vellano, Policía y Veterano de la Guerra de Malvinas que falleció unos años después del conflicto bélico, en un enfrentamiento con delincuentes.
Fabián era muy querido por su valentía, hombría de bien, solidaridad y sentido de la amistad, tanto es así que el Grupo de Artillería Aerotransportado 4 Batería C del cual formó parte, se juntó y viajó hasta Baradero para conocer a Yaye, la hija de su amigo a la cual todos adoptaron como sobrina del corazón.
“Mi viejo llega a Malvinas con el grupo de aerotransportados de artillería Nº 4, quedaron muy amigos, después con el tiempo dejaron de verse y cuando yo tenía tres años mi viejo falleció siendo policía.
El se hablaba con dos o tres compañeros- los más cercanos-, después con el tiempo se juntó el grupo y lo que no sabían que él había fallecido se enteraron, así que se preguntaban que había sido de mí». Contaba Ayelen por FM Diferente, repasando este inolvidable fin de semana.
Los boinas rojas junto al Teniente (R) Gabino Suarez, fueron uno de los últimos grupos que se rindieron ante los Ingleses, luego de batallar durante muchas jornadas. Estar tan cerca de la muerte los unificó en la vida, por eso no pierden oportunidad de juntarse, abrazarse, recordar, reír y como en este caso, «adoptar» una sobrina.
«Ellos sabían que yo existía porque se seguían comunicando entre ellos, pero no sabían dónde estaba. Hasta que pudieron dar conmigo. Mi tía encontró a uno de ellos, se contacto con él, estuvo hablando un tiempo, después me dijo que había encontrado a un compañeros de ese grupo que había estado en la guerra con mi viejo. Me dijo si yo quería conocerlos, me pasó el contacto, estuve hablando con él, hasta que llegamos hablar con dos o tres más, me contaron que tenían el grupo, que habían estado todos juntos, que tenían muchas historias y que querían conocerme en persona, si bien un par me conocían de muy chiquita, yo la verdad no me acuerdo».
Esto que cuenta «Yaye» sucedió hace unos 8 meses, Walter Rubies es escritor y por las redes sociales lo contactó la tía de Ayelen y le preguntó si lo conoció a Fabián Vellano, si sabía que tenía una hija. Eso fue suficiente para que el Grupo de paracaidistas se ponga en movimiento para llegar a Baradero
«Después de tanto tiempo, de organizar a ver cuándo podían venir- porque ellos querían venirse un fin de semana-, querían ver si la municipalidad les podía ceder un lugar porque eran varios como para poder hacer un asado o algo, y al contactarse fue que los invitaron para el acto, así que se vinieron todos juntos para el acto, para traerme un montón de cosas de mi viejo, para pasar el día- nos tocó lluvia- pero lo pasamos lindo igual».
Las historias de guerra, como las de estos héroes de Malvinas, están llenas de actos de valentía, hambre, frio, dolor. Pero hay un límite, una parte que por el bien de ellos y de quienes escuchan prefieren evitarla, callarla aunque los ojos se llenen de lagrimas y seguir con el anecdotario.
El dolor se guarda en lo más profundo, porque el amor es más fuerte.
«Ellos me contaban que fueron los que se tiraban en paracaídas que tuvieron tres o cuatro meses de servicio militar y después ya les tocó la guerra, que pasaban frio, hambre, lo que hicieron para recuperar algo de todas las cosas que se les mandaban desde acá y a ellos nunca les llegaban. Muchas anécdotas de esos tiempos que te la cuentan riéndose, pero que fueron duras para ellos».
Ayelen, sin pensarlo fue el centro del acto del pasado domingo en el Día del Veterano y los Caídos en la Guerra de Malvinas. Parada frente al monumento en Plaza Colon junto a una amiga y la Intendente, escuchó emocionada el nombre de su papá y recibió un montón de amor y recuerdos
«Para mí fue muy emocionante, porque yo venía con ansias de que llegara el día que pudieran venir, porque son de diferentes lugares, yo pensaba que no nos íbamos a poder juntar todos, faltaron la gente de Córdoba, pero seguramente no va a faltar oportunidad de que los conozca, estaba muy ansiosa y me trajeron muchas cosas que hubiese tenido de mi viejo si estuviera vivo».
Uno de los muchachos del grupo, Ricardo Pereyra, recordó a su amigo y resumió en pocas palabras el sentimiento de todos ante este emocionante encuentro; “Hoy se nos cumple el sueño, esta Ayelen, quizás hasta hoy para todo el pueblo una desconocida, para nosotros una sobrina que se junta con nosotros y para este pueblo la hija de un Héroe de Malvinas”.
Por último Ayelen Vellano, la baraderense hija de un Héroe de Malvinas, expresó; «Yo hace 22 años que vivo acá, siento a Baradero como mi ciudad. Ellos cada vez que participan en un acto llevan a todas sus familias y la idea es si seguir en contacto, cada vez que se haga algo. Todos los años ellos van a Córdoba para juntarse con los que no puedan trasladar que están allá y hacen una comida, se quedan el fin de semana, eso se hace el 9 de Julio y bueno hare todo lo posible por ir porque obviamente quiero conocer al resto.”
Un grupo de Héroes
Veteranos del Grupo de Artillería 4 recuerdan la batalla de Puerto Argentino
Veteranos del Grupo de Artillería 4 recuerdan la batalla de Puerto Argentino. Del cuartel cordobés al apoyo de fuego sobre los montes del archipiélago, hasta agotar la munición.
En comunicación telefónica desde la localidad bonaerense de 3 de febrero, el veterano de Malvinas Juan Carlos Ortiz pide que cerremos los ojos para contemplar la oscuridad de una noche que perdura en su memoria: la noche del infierno. La del domingo 13 al lunes 14 de junio de 1982 en las islas. La de la batalla final por Puerto Argentino. Nos describe cómo era esa terrible oscuridad como si hiciese horas nada más que pasó. No 35 años.
“Era una noche bien cerrada. Si veíamos algo, si nos veíamos los rostros, era sólo por el fuego de nuestras armas, por las bengalas que tiraban los ingleses sobre nuestras posiciones. Balas trazadoras que cruzaban el cielo. Fuego de morteros, ametralladoras y fusiles. Gritos por todos lados. Acá y allá, llamaban a los camilleros. Entre nosotros, dándonos ánimo todo el tiempo. Encarnizados en el combate. Unidos como nunca. ¡Daaaale, la puta que te parió! ¡Tirá, carajo, que se vienen! ¡Vaaaamos, carajo! ¡Tiren! ¡Carguen! ¡Tiren! ¡Fuego! ¡Otra! ¡Otra! ¡Meta tres ráfagas! ¡Vamos! ¡Carguen! ¡Tiren! ¡Fuego!”. Los oídos, la nariz, las manos, los brazos, ensangrentados, sin dejar de servir en nuestros cañones, hasta que no nos quedara munición”.
La última pieza
A Mulita, como lo bautizaron sus compañeros cuando hizo el curso de paracaidista en Córdoba durante el año ´81 y como soldado clase ‘62, le habían delegado en la parte final del combate una de las piezas de la Batería C del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, la única unidad del Ejército Argentino con asiento en nuestra ciudad que fue enviada a Malvinas. El cuartel de paz está ubicado camino a Calera, antes del peaje, a mano derecha; desde la ruta, se puede ver claramente su reseña histórica, que destaca la campaña en la defensa de las islas.
“El jefe original de la pieza era el sargento Mendoza, un buen jefe para nosotros, los soldados sirvientes del cañón. Durante uno de los días de combate, se tropezó, pisó un porta proyectil y se cayó con todo de espalda. Muy dolorido, fue a la enfermería. Retomó con esfuerzo el mando de nuestra pieza pero no pudo seguir y me designó jefe a mí. Le juré que esa pieza iba a tirar hasta que no quedara munición. Y así fue. Junto con mi hermano del alma Julio Malamfant (viajará este año a las islas con su hija Victoria por los 15 de ella), Maidana y el resto de los compañeros y siempre a las órdenes de nuestros superiores tiramos hasta que ya no quedaron proyectiles y nuestro cañón estaba inutilizable”.
En la comunidad de veteranos de Malvinas, fundamentalmente en la del arma de artillería, se conoce a la historia de Ortiz y de sus compañeros como la de “la última pieza”, uno de los más preciados testimonios de heroísmo del Grupo de Artillería 4 y que identifica al último cañón que quedó tirando en la mañana que siguió a la noche del infierno.
El reconocimiento del jefe
Sobre el compromiso, el valor y el espíritu de sus hombres, el entonces jefe de la unidad, Carlos Quevedo, le destacó a Día a Día: “Todos hicieron un tremendo esfuerzo; los soldados, suboficiales y oficiales. Los soldados de la clase ´62, que eran los que más preparación tenían, ayudaron en todo momento a los de la ‘63. Los protegieron. El Grupo de Artillería 4 fue muy unido durante la guerra y eso hizo que hoy sea prácticamente la única unidad del Ejército que se reúne anualmente para recordar su bautismo de fuego y en memoria de sus caídos, los soldados Néstor Pizarro, Jorge Romero y Eduardo Vallejos”.
Sobre aquella designación del soldado Ortiz como jefe de su pieza, Quevedo recuerda: “Un suboficial quiso reemplazar a Mendoza cuando estaba lesionado, pero dije que no, que continuara el soldado Ortiz, porque realmente estaba haciendo muy bien su trabajo”.
Entre las memorias del entonces jefe del Grupo 4, aparecen de manera exhaustiva y con precisión las que tuvieron que ver con el rápido alistamiento de la unidad, una vez que fue convocada a la guerra.
“Desde que recibí la orden, nos llevó unas 10 horas tener todo listo para partir de Córdoba el 23 de abril del ´82. Llevé 23 oficiales, 62 suboficiales y 262 soldados; la mitad de ellos eran clase ´62, a los que se había instruido durante todo 1981.
En ese momento, en el cuartel había unos 750 soldados en total, producto de que una gran parte de la ´62 no se había dado de baja aún y de que ya hacía un mes se había incorporado a la ´63”. Y continúa: “Desde el cuartel, fuimos al Aeropuerto de Pajas Blancas; de allí, primero a Comodoro Rivadavia y luego a Malvinas. Todo el traslado se hizo en aviones. Estaba previsto que de Comodoro a las islas fuéramos en barco, pero sobre la hora se decidió que transportáramos todo en aviones Hércules C-130, por el riesgo que significaba navegar rumbo a las islas atravesando la zona de exclusión determinada por Gran Bretaña. Llevamos 18 piezas de artillería, 70 toneladas de munición, cuatro vehículos y cuatro cocinas de campaña”. En ese momento, Quevedo era teniente coronel, tenía 46 años y acumulaba 25 de carrera militar. Su experiencia le anticipaba que ante un país como Gran Bretaña, miembro de la poderosa Organización del Atlántico Norte (Otan), Argentina no podría ganar una guerra. 33 años después, cada vez está más convencido de que pese a la convicción de la defensa de la soberanía, “se planificó erróneamente y no se tuvo la real dimensión de la reacción de los ingleses”.
Como padres
De la experiencia compartida con sus jefes, vuelve ahora a ser importante el relato del soldado Ortiz. “El sargento Mendoza, el subteniente Suárez y Quevedo, nuestro jefe de unidad, entre otros, fueron como nuestros padres. Nuestros padres en la trinchera. Yo me sentía muy bien preparado. Cuando Suárez nos instruía en el ´81, nos decía que nos preparaba para la guerra. Nosotros nos mirábamos y pensábamos ´¿este qué está diciendo? Si total cuando se termine la colimba, nos dan la baja y nos vamos´. Pero tenía razón. Y fuimos a Malvinas. El servicio me podría haber tocado en cualquier lado. Me tocó en Córdoba. Por suerte, en el Grupo de Artillería 4”.
La Batería A, en Darwin
El 22 de mayo del ´82, el Grupo de Artillería 4 debió derivar desde Puerto Argentino dos de sus cañones a Darwin, donde tendría lugar la primera batalla por las Malvinas. Cuatro días más tarde, fueron reforzados por dos piezas más de la Batería A, al mando del entonces teniente primero Chanampa. “Cumplieron de manera valiente con su misión en la batalla de Pradera del Ganso y Darwin; y no tuvieron que lamentar pérdidas humanas”, recuerda Quevedo.
Tanto las piezas que defendieron Puerto Argentino batiendo con sus fuegos los montes alrededor de la capital malvinense en apoyo de la infantería como las derivadas a Darwin fueron todas obuses Oto Melara M56, de fabricación italiana; un cañón ligero de 12,1 kilómetros de alcance, utilizado durante la última parte del siglo 20 -y en algunos casos hasta hoy- por fuerzas armadas de varios países, entre ellos EE.UU., España, Alemania, además del nuestro. Equipa especialmente a unidades paracaidistas (como el Grupo 4), de infantería de marina (de hecho, una batería del BIM 5 estuvo integrada en la artillería argentina en Malvinas), tropas de montaña y de caballería ligera. Estos obuses también fueron los que utilizó durante el conflicto del Atlántico Sur el Grupo de Artillería 3, con asiento en Paso de los Libres, Corrientes. En total, la artillería argentina contó con 36 obuses Oto Melara. (Nota de Mariano Iannaccone – Publicado por Día a Día)
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