El cincuenta aniversario del asesinato del sacerdote católico Carlos Mugica, ocurrido el 11 de mayo de 1974 en la parroquia San Francisco Solano de la ciudad de Buenos Aires, fue motivo de distintos actos y acontecimientos durante toda la semana que culmina  y que tendrán su cierre mañana domingo con una caminata que unirá la catedral metropolitana con el estadio Luna Park, donde el arzobispo porteño Jorge Ignacio García Cuerva presidirá una misa en memoria del cura que fue uno los iniciadores y referente del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM). Mugica nació en Buenos Aires el 7 de octubre de 1930. Su padre Adolfo fue canciller del presidente Arturo Frondizi en 1961.

Desde su condición sacerdotal Mugica dedicó su vida a comprometerse con los pobres, en particular con las personas de la villas de emergencia de Buenos Aires, donde sigue siendo una referencia tanto para los curas que hoy trabajan en medios pobres como para los cristianos comprometidos con las causas populares.

Ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1959 por el cardenal Antonio Caggiano, Mugica trabajó por poco más de un año en la diócesis de Reconquista, para luego regresar a Buenos Aires, donde en los años setenta dedicó parte de su tiempo a la asesoría de grupos de universitarios católicos, al mismo tiempo que profundizaba su servicio y acercamiento a los pobres en las villas de emergencia.

Al margen de la estrictamente religioso Carlos Mugica tuvo un claro alineamiento con el peronismo y llego a ser asesor ad honorem del entonces Ministerio de Bienestar Social del gobierno peronista iniciado en 1973, tarea a la que terminó renunciando por discrepancias con el ministro José López Rega.

Mugica fue también uno de los fundadores del MSTM, una organización integrada por curas católicos de la que hoy son continuadores tanto los Curas en la Opción por los Pobres (COPP), como el Equipo de Sacerdotes para las Villas y Barrios Populares. Según lo relatara el también sacerdote Domingo Bresci, quien fuera secretario del MSTM,  “Carlos Mugica había visitado a Juan Domingo Perón en Puerta de Hierro (Madrid) en el segundo semestre de 1968 mientras estaba realizando estudios en Paris” y “ese es el primer contacto (entre Perón y el MSTM) y Carlos es el primer cura del movimiento que dialoga con Perón” aunque no existe constancia de lo tratado en ese encuentro.

En marzo de 1969 desde su exilio madrileño Perón envió una carta al MSTM en la que sostuvo que “nos sentimos alentados y reforzados con la grata compañía de los sacerdotes del Tercer Mundo en nuestra lucha y sabemos que, con sus virtudes y sus valores morales, el aporte será valioso”. Agregaba también que “la obra de los sacerdotes puede ser extraordinaria dentro y fuera de las filas del Movimiento Nacional Justicialista tanto en la persuasión de la verdad como en la formación espiritual necesaria para imponerla” (Bresci, D., 1994, Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, p. 168).

En noviembre de 1972, junto también a otros sacerdotes, Carlos Mugica integró la comitiva del vuelo charter que acompañó a Juan Domingo Perón desde Roma en su regreso al país después de 17 años de exilio. El 9 de diciembre de 1972 Perón recibió en su casa de la calle Gaspar Campos, en Vicente López, a sesenta curas del MSTM, entre los cuales también estuvo Mugica, uno de los articuladores del encuentro.

Catorce balazos terminaron con la vida de Carlos Mugica el 11 de mayo de 1974 en la puerta del templo donde pocos minutos antes había celebrado misa. Trasladado al Hospital Salaberry, en Mataderos, murió esa misma noche a causa de las heridas. Mucho después la Justicia identificó a Rodolfo Almirón, hombre de la Triple A, como el cabecilla del grupo agresor.

El sacerdote fue enterrado en el cementerio de la Recoleta pero el 9 de octubre de 1999, por iniciativa del Equipo de Sacerdotes para las Villas de la Arquidiócesis de Buenos Aires y con la anuencia y participación del entonces cardenal Jorge Bergoglio los restos fueron trasladados a hasta la parroquia Cristo Obrero de la Villa 31, donde descansan actualmente.

Hace algunos años, al recordar el asesinato del cura villero, los COPP sostuvieron que la sangre derramada por Mugica “nos limpiará los ojos para ver, nos señalará el camino para andar y nos fortalecerá los músculos para reconocer al antipueblo y celebrar el encuentro y la mesa con las compañeras y compañeros”.

Ahora, el arzobispo García Cuerva se refirió a Mugica en una reciente carta pastoral. “Sin lugar a dudas su muerte fue consecuencia de su entrega y compromiso. Él vivía con agradecimiento que sus hermanos villeros, le hayan hecho lugar en su vida”, sostiene el arzobispo de Buenos Aires.

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