No sé si siempre me gustó el polaco Goyeneche, pero recuerdo que fue con la película Sur, de Pino Solanas que me fascinó su manera de decir el tango. Desde ese momento comencé a escucharlo y disfrutarlo.
Para finales de los 80, cuando estaba en la Dirección de Cultura nos propusimos traerlo a Baradero, estaba viejito y creíamos que la ciudad no se podía perder la posibilidad de escucharlo en vivo.
Viajamos a su casa, vivía en Saavedra. Recuerdo que entramos por un pasillo largo, en esas casas tipo chorizo donde cada tantos metros hay una puerta y una ventana. Una casa bien de barrio.
Golpeamos y nos atendió su hijo, nos invitó a pasar al living, las paredes estaban repletas de fotos, premios, discos de oro, etc, etc. no me daban los ojos para grabarme todas esas imágenes. Detrás de la puerta se lo escuchaba toser y renegar, era de mañana, evidentemente la trasnochada le pasaba factura a la garganta con arena.
Pactamos la presentación, seria en el Circulo Italiano de Baradero, acompañado de guitarras, bandoneón y piano, al estilo de las tanguerias dispusimos de mesas y sillas alrededor del escenario.
Como suele ocurrir, aunque parezca inexplicable la concurrencia fue escasa, no más de 80 personas fueron a escuchar al polaco esa noche.
En la cocina, el grupo de cultura preparaba café y otras bebidas para vender. Apareció sostenido de ambos brazos por su hijo y don Osvaldo Marrafino, un baraderense apasionado del tango. Al principio me dio mucha pena verlo tan anciano, llevaba puesto un jogging, zapatillas y una camisa celeste.
Los músicos se acomodaron en el salón y él entró al improvisado camarín, su hijo lo ayudó a cambiarse, tosía mucho, apenas se podía sostener y yo me preguntaba si iba a poder cantar.
Minutos más tarde, de atrás de las cortinas apareció «El Polaco», sí ese hombre que me conmovía con cada interpretación. Traje, gomina y porte juvenil. Fue una transformación mágica, casi inexplicable, como la de los súper héroes.
Cuando empezó a cantar, todos enmudecimos, nos hipnotizó con su talento. El show fue maravilloso y a pesar de la tristeza del fracaso en cuanto al público, hoy tengo muy presente ese recuerdo.
El sábado se cumplieron 22 años de su fallecimiento. Pero su voz, su forma de cantar y contar el tango se seguirá escuchando eternamente.
Gustavo Bó
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