Quien fuera calificado como «el artista más original de la segunda mitad del siglo XIX», vivió y falleció en Baradero

Definido así por un crítico de arte: “Es el artista más original de la segunda mitad del siglo XIX”, el pintor Cándido López, también llamado «El manco de Curupaytí», nació en la Ciudad de Buenos Aires en el año 1840 y falleció en Baradero el 31 de diciembre de 1902.

Pero ¿quién fue Cándido López? ¿cuál era su relación con Baradero? Leyendo sus varias biografías, pudo saberse que el vicepresidente de la Nación, en tiempos de Julio Argentino Roca, fue Norberto Camilo Quirno Costa quien tenía un campo en nuestro partido de Baradero. Es probable, aunque no hemos hallado prueba documental que lo avale, que su esposa, de apellido Magallanes, haya sido baraderense y por eso López estuviera por estas tierras. Era empleado en la estancia de Quirno Costa que estaba ubicada, dicen los conocedores, por las cercanías de Santa Coloma; López pintaba desde siempre, pero no había llegado al gran público y fue Quirno quien lo impulsó, avaló y presentó en la Capital Federal organizando una muestra pictórica tras la cual adquirió renombre.

En una reciente muestra del Museo Histórico Nacional, “Cándido López, entre la pintura y la historia”, se recorrió la obra del pintor argentino que retrató la Guerra de la Triple Alianza desde las trincheras. López fue soldado y cronista: escribió un diario y bocetó en carbonilla escenas de la guerra en la que una coalición -formada por Uruguay, Argentina y Brasil- luchó contra Paraguay entre 1864 y 1870. Ahí, en la batalla, López perdió el brazo derecho, reeducó el izquierdo y llevó parte de esos bocetos al lienzo.

Los óleos de López tienen gran valor artístico y testimonial. “Él fue un actor del proceso histórico, pintó lo que padeció en los frentes de batalla. Fue a la guerra con las armas, pero también con el papel y el lápiz para reflejar lo que pasaba”, explica el encargado del Área de Investigación del Museo Histórico, Miguel Ruffo.

Antes de la guerra, Cándido era fotógrafo daguerrotipista y se dedicaba a retratar pequeñas ciudades de Buenos Aires y el sur de Santa Fe. Luego, comenzó a explorar la pintura y recibió las enseñanzas del pintor italiano Baldassare Verazzi. Cuando estalló la Guerra de la Triple Alianza planeaba un viaje a Europa para perfeccionar su arte, pero decidió enrolarse en el ejército para luchar en la guerra. Ahí registró cada momento, bocetó noventa cuadros y relató en un diario sus vivencias. “Al presentarme como soldado voluntario en defensa de mi Patria en una guerra nacional, me propuse también servirle como historiador con el pincel”, narró López en una carta que le envió a Bartolomé Mitre en junio de 1887.

Su vida y su arte dieron un vuelco en la batalla de Curupaytí, cuando un casco de granada le destrozó la mano derecha y tuvieron que amputarle el brazo para detener la gangrena. El “manco de Curupaytí”, como se lo conoció desde entonces, se vio obligado a entrenar su mano izquierda y, con el correr de los años, llegó a pintar cincuenta y dos cuadros. Algunos piezas representan campamentos, otras narran batallas o los momentos en que un río es cruzado de orilla a orilla. “Uno puede ver ciertas constantes en su obra -explica Ruffo- por ejemplo los cielos, del bosque, los árboles, el agua. Los cielos encapotados revelan una especie de ocultamiento de la luz por lo que está ocurriendo, una guerra que trae aparejadas la herida y la muerte”.

El historiador Roberto Amigo, en su libro Imágenes en guerra: La Guerra de la Triple Alianza y las tradiciones visuales en el Río de la Plata, explica que la mayoría de los cuadros fueron acompañados con textos explicativos de los sucesos. “Esos textos presentan también una curiosidad: describir lo que no se ve. Así, el pintor informó que tal batallón no aparece en el cuadro, por cuestiones espaciales, pero ofrece su ubicación exacta, otorgando la posibilidad de reconstruir toda la escena”, señala Amigo.

El propio López declaró en su carta a Mitre: “No será por cierto una obra maestra de la pintura, pero es la verdad de los hechos y de los detalles, salvados del tiempo para servicio de la historia y de mi patria”. El pintor nunca le dio relevancia plástica a su obra, sin embargo, sus cuadros fueron reconocidos tanto artísticamente como por su valor testimonial.

Tas pasar sus días en distintos sitios de la provincia como Mercedes, San Nicolás, Merlo y Baradero, terminó sus días en nuestra población cuando contaba 62 años de edad. Sus restos descansan hoy en el panteón que en el cementerio de la Recoleta tienen los soldados de la Guerra del Paraguay.

Quiso el destino que uno de sus descendientes directos, nuestro vecino Claudio Di Sante, descendiente directo del pintor, también haya fijado su domicilio en Baradero.

El Diario de Baradero

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1 COMENTARIO

  1. No sabía que murió en mi ciudad.
    Fue un gran pintor «miniaturista».
    Las imágenes con que relato el dolor de la guerra, lo hicieron trascender.

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